lunes, 24 de mayo de 2010

Fue una noche de Febrero

Fue un noche de febrero. Estaba usando mis aretes nuevos y no sabía muy bien qué esperar. Lo vi entrando a la sala de su tía, en la oscuridad. Parecía un elfo del bosque, un elfo rubio con lentes. Era extraño, callado, bonito. Me gustaba, pero no pensé que yo le iba a gustar.

Apenas nos sentamos me di cuenta que olía raro: a bosque justo antes de llover. Conversamos un poco, un poquito, casi nada. Cuando salí pensé que nunca lo iba a ver, pero habló de mí un par de días después. A las dos semanas su tía me invitó a una reunión, algo así como una bienvenida. Me arreglé para ir a la reunión, y me puse mis aretes blancos. Era la primera vez que iba a una reunión con chicos y chicas.

Llegamos demasiado temprano. Él tenía una cara de recién despertado, asustadizo de cada mirada que le hacía. La pasó mejor cuando vinieron un par de anónimos, y mucho mejor cuando llegó el Altote, de lejos el hombre más alto que había visto. Era guapo, con ojos profundos y conversación increíble. Opacó a mi Elfo con Lentes en pocos segundos, monopolizando mi conversación.

Después llegó el Pelo de Escoba. Me dio un beso de saludo, se sentó en el medio y se sintió con derecho de dominar la mesa. Me gustó, mucho, pero no pude evitar esconderme un ratito en el comedor donde rondaba mi Elfo con Lentes y decirle, apenas audiblemente, que me parecía que era muy guapo. Él me dijo que le parecía que era muy guapa también. Mi mamá pasó por ahí y me dijo un "desentusiásmate Gabriela" que ella parece haber olvidado pero que yo guardo celosamente en mi memoria.

Inesperadamente el lunes que siguió a ese domingo entré en un frenesí de mensajitos de texto con el Pelo de Escoba que duró por varios días. Pero el siguiente domingo mi Elfo con Lentes me llamó en una llamada muy confusa, diciéndome que quería salir conmigo. Trajo como ofrenda de paz un pedazo de käsekuchen y salimos a caminar por el malecón. Me demoré y me hice la sueca por largo rato hasta que me gritó que me quería. Que me amaba, la verdad. Caminamos hasta mi casa de nuevo y le conté a mi papá. Le dije a mi Elfo que lo iba a llamar al día siguiente a las cuatro de la tarde, y así lo hice, muy puntual. Yo también lo quería. Sospechaba que eso nunca iba a cambiar.

Le mandé un mensajito al Pelo de Escoba que decía que estaba con mi Elfo. Se molestó, obviamente. Me mandaba mensajitos igual... preguntándome si estaba besándome con mi enamorado, qué qué demonios estaba haciendo. Yo sonreía. Me sentía una reina.

La primera cita oficial que tuvimos fue en el Regatas, y ahí, en el muelle, fue nuestro primer beso. Le confesé que en mí había un dragón, y él me dijo que podríamos luchar contra el dragón juntos. No entendía, obviamente. Lo quise aún más por ello. Nos veíamos, salíamos, casi no nos besábamos porque nos teníamos miedo mutuo, creo. Era bonito, era extraño, quería y no quería verlo, no quería quererlo para no tener que extrañarlo. Pero cuando le hice la fiesta de despedida no pude evitar abrazarlo.

Mi Elfo regresó al Bosque, a su pueblo en Rivendel. Dos días después el Pelo de Escoba me invitó a una fiesta, en la que su hermano le hizo mucha propaganda pero no pasó nada. Después de eso pareció olvidarme; y justo después de eso el Altote se hizo mi mejor amigo. Mi único amigo hombre, la verdad. Me gustaba mucho, pero yo todavía no entendía, no entendía nada la verdad. A veces me arrepiento de no haberlo besado; a veces me alegro de no haberlo hecho. Yo le gustaba mucho también, y me gustaba gustarle. Pero también quería gustarle al Pelo de Escoba, que ya no me hacía caso; y pensaba todos los días en mi Elfo de Rivendel.



Mi Elfo y yo nos escribimos cartas, y me puso de chapa sweetdragon. Me encantó, y yo le puse dreammaker, por un poema que le había escrito una semana después de irse. Terminé el colegio, conocí nuevas personas, entré a la universidad. Tenía tiempo y ganas, estaba lista para enamorarme de verdad. Mi Elfo con Lentes regresó de Rivendel a quedarse varios meses, conmigo, a mi lado, sus manos en las mías, su boca besando la mía. Me enamoré, profunda y desesperanzadamente, hallándome perdida entre sus pestañas desordenadas y sus ojos verde cocodrilo, en sus labios rosados, en su sudor frío, en los latidos rápidos de su pecho junto al mío. Era pasión sagrada y libremente elegida, felicidad cómplice y adorada, locura bellísima, confianza probada.

Pero se fue, como siempre, y el Altote también se fue y yo me quedé aquí, en la realidad. Mi mundo me decía que olvidara a mi Elfo con Lentes, que lo dejase ir, que conociera a nuevas personas, que me enamorara. Ellos no sabían, por supuesto, que yo había decidido que lo quería a él (y a nadie más que a él). Que, hasta que se demostrase un muy improbable contrario, él era el hombre con el que (en un futuro que se sentía muy lejano) me iba a casar.

Había decidido conscientemente que si tenía que esperar siete años, siete años iba a esperar.

viernes, 21 de mayo de 2010

Tercer día

No sé si es cierto que un clavo saca otro clavo, pero en mi muy modesta experiencia no lo es. Ha pasado más de un año desde ese día que estaba llorando al frente de mi laptop diciéndole que lo quería, ha pasado un enamorado, peleas, viajes, amigos, ha pasado de todo y ahorita que entré a su facebook y encontré una nueva foto de perfil sentí la descarga de adrenalina en el corazón. Maldita sea. Todavía no lo he olvidado.

Mentira, ¿a quién engaño? No lo quiero olvidar. Me gusta complacerme en la autoindulgencia y alucinar que eventualmente estaremos juntos. Que cuando me dijo que se quería casar conmigo... bueno, ambos sabemos que lo dijo de verdad, pero la distancia entre mi casa y la suya es 10 670 km, kilómetros más, kilómetros menos (gracias google earth). Me mataría si supiese que estoy escribiendo esto, pero felizmente no sabe español.

Es una de las personas que más me conoce, arriba entre los cuatro grandes, y lo cierto es que lo vi unas tres o cuatro veces, no más. Y durante ese corto, cortísimo tiempo que estuvo presente en mi mundo, no le hice mucho caso. Excepto el último día. Todo lo demás fue Internet, por supuesto. Gran invento, gran maldición.

En fin. Ayer tomé la limonada, que estaba fea la verdad, y en el almuerzo me comí un pedazo pequeño de causa. Llegué a mi casa y comí un plato de sopa. Hoy me pesé y no había subido... había bajado 300 gr, que bien pueden ser pichi o algo más. Igual no pierdo esperanza. Quiero tener una relación saludable con la comida... y sacar once in for all la comida procesada de mi dieta.

En las últimas semanas pre blog fui haciendo una lenta transición, con recaídas, claro está. Me siento mejor, la verdad. Bueno, ahorita no mucho; la foto esa y el hecho de que no nos hablamos en ¿cuántas semanas? ¿cinco? me tiene movida.

Bah, todo es simple histrionismo. Espero que la reunión "familiar" hoy salga bien.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Bueno...

Hoy tomé una botella de agua con gas, una manzana verde, un pan de yema y un plato de sopa de arroz. Así que de mi dieta de limonada quedó la intención y mañana (el eterno mañana) no voy a tener la excusa de que oops, no la hice. Está en la refrigeradora, con muy poco azúcar y mucho limón.


Me gusta comer. Pero no lo necesito. Me gustaría irme a dormir ahorita: he escrito demasiados mails, leído demasiados requisitos y estoy intentando organizar a mi grupo cercano para que volvamos al hogar materno: Media Naranja y sus caipirinhas, claro está.

Los dejo con una canción que mi ex tomaría como evidencia inexpugnable de mi imputada posesividad. Tiene un punto, el muchacho, pero no sé cuánto de verdad y cuánto de puchero tenga el asunto.

Día 1

Son las ocho y treinta y ocho de la mañana y hoy decidí que voy a empezar mi dieta. Soy una más de los millones de gorditas alrededor del mundo que quiere bajar de peso y cree que con el firme propósito de hacerlo va a tener dentro de poco el cuerpo de Alessandra Ambrosio



¿Por qué negarlo? Alucino bastante con el cuerpo que quisiera tener mientras la balanza me jode con el cuerpo que realmente tengo. Mi IMC está rozando sospechosamente el sobrepeso, y si bien no paso de una respetable talla 30 de pantalón, yo sé que por mi estatura debería sentirme cómoda en un 26.

Voy a intentar una de esas dietas que los nutricionistas, las mamás y la gente con sentido común dicen que NO debes hacer: la Master Cleanse Diet, también conocida como la dieta de la Limonada. Consiste en tomar Limonada (¡oh sorpresa!) y sólo limonada por 14 días. Se añaden algunos laxantes naturales como agua tibia con sal y tés laxantes; probablemente tenga que usarlos. Beyonce bajó 10 kilos con esta dieta y según ella fue lo más difícil que hizo en la vida. Probablemente lo sea, especialmente para una gordita que encuentra difícil resistir los sanguchones, las pizzas y las papitas Lays: me declaro completamente culpable.

Mi objetivo es lograr lo que Beyonce logró. ¿Mis posibilidades? No muy buenas, la verdad, pero la promesa vale el esfuerzo. Catorce días de limonada y agua con sal.

¿Lo lograré?