domingo, 31 de octubre de 2010

De granitos y crisis existenciales

Me corté el pelo.

Me corté el pelo varias veces, en realidad. Primero el corte en esa peluquería cara, luego el corte con la tijera de mi mamá en mi baño, después el corte en la peluquería barata con mi amiga y por último, el corte de gracia, ayer por la tarde. Ha sido una larga travesía desde el anodino pelo largo hasta el controversial pelo corto. Me siento bien de haber llegado a la meta.

El miércoles tuve una crisis existencial, del tipo de crisis que llevan largo tiempo cocinándose. En virtud de mi reciente (y horrorosa) rotación en dermatología, diré que mi crisis había seguido una evolución parecida a la de un granito.

¿Un granito? Sí, me explico.

La fisiopatología del acné (o como me gusta llamarlo, "vida, pasión y muerte de un granito") empieza con el bloqueo del conducto pilosebáceo. Este es un conducto pilosebáceo normal.

Está la epidermis (la rosadita), la dermis (melón), el pelo, las glándulas sebáceas (amarillas). Todo bien, todo normal, nadie le ha hecho daño, no le ha pasado nada. Hace (varios) años yo era así.

Pero no sería una historia interesante si el protagonista no sufriera.

El acné, como la mayoría de los problemas de las personas, tiene más de una condición a la que culpar. Pero inicia con algo. En mi caso, fue un accidente. En el caso del conducto pilosebáceo, es el crecimiento de la epidermis debido a que algunas hormonas decidieron salir a pasear.

¿Ven la diferencia? Sutil, ¿no? Nada muy grosero, nada brutal. Simplemente un tapón que podría ser fácilmente removido.

Pero olvidamos que las glándulas sebáceas no obedecen a tapones ni a buenas intenciones. El inconsciente tampoco.

Es así como mi crisis fue evolucionando. Lentamente, casi inadvertida, opacada por el ruido de los otros aspectos de mi vida, creciendo y llenando espacio con dolor, rencor y sed de una justicia que evidentemente nunca iba a llegar. Y fue creciendo, como el grano recién tapado, fue creciendo y llenándose de cosas que no estaban concebidas para quedarse dentro por mucho tiempo.

Se inflama. Y duele. Ese es el momento cuando nos damos cuenta que está ahí, que existe y que ha alcanzado un tamaño suficiente para que le prestemos atención. Duele a cada momento que lo tocas, aún cuando es por casualidad.

Podríamos dejarlo ahí, que viva solo y que evolucione lentamente a su final. Pero duele. Y se ve feo. Sabemos que no debemos tocarlo, que debemos seguir un tratamiento, que debemos dejarlo ser, olvidarlo, ignorarlo. Pero es imposible. Queremos verlo salir, queremos verlo derrotado y expulsado de nuestro territorio. Buscamos obsesivamente esa cabecita blanca o negra que nos diga que ya está. Que es vulnerable.

Pero no llega. Y aplastamos y aplastamos y gritamos y lloramos, pero la cabecita blanca pocas veces llega. Lo que queda es esto.

Que duele aún más.

La cosa se salió de control cuando se llega a este punto, porque de todas formas sabemos que cuando se solucione va a quedar una cicatriz. Un hueco vacío en el lugar donde se había acumulado todo lo que no queríamos tener. ¿No se puede regresar al inicio sin esta consecuencia final?

No. Siempre queda así.

Felizmente en la vida las crisis no tienen cicatrices visibles. A menos, claro, que se tome en cuenta mi pelo.

martes, 26 de octubre de 2010

Maxim Gurki

Maxim Gurki is probably the coolest elf i found in the Forest back in 2008. I was lonely, sad and in extreme need to be cared after. Unknowingly she stepped up to the probably not so pleasant job and took me under her indie wing.

It was her who taught me how to breathe new air when all i wanted was to cry. She didn't know, but back then i was living what i felt like the worst time in my life. I was alone, unprepared and irrevocably away from home. And i didn't even speak Quenya well enough to communicate with the Rivendel world. It didn't mean anything to her. She was great, she was there, and even though i never asked her to stay she stayed.

She has been there every time i've needed her. She's been there, on the other side of the laptop, on the other side of the world, on the other side of the phone. She's been there when i needed to remember, she's been there when i needed to forget. Little by little, bit by bit, she has turned into this extremely important, extremely dear part of me.

Maxim was the reason why i shouted "Freiheit" in the Stuttgart Schlossplatzt; Maxim is one of the reasons i decided to return to the Forest in the first place. She was the one who told me about my favorite flower, Vielleicht. So delicate that even thinking about it could cause it to break. "Let it flow", she said. I'm so fortunate that after two years the flow we followed led us together again.

Apología de la flojera

Una de las cosas que más se aprecian de una persona es su capacidad de desempeñarse con entusiasmo en las tareas que le encomiendan. Sean estas desafiantes intelectualmente o emocionalmente denigrantes, esta cualidad es siempre bienvenida, elogiada y, muchas veces, esperada.

Es fácil al inicio. Por ejemplo, al comienzo no me importaba salir de la cama quince minutos antes para poder maquillarme (bueno, la modesta versión que tengo de maquillarme) antes de ir a la universidad. O escoger mi ropa, por ejemplo, cosas que combinen... de repente hasta hacer unos abdominales la noche anterior. Quería dar una buena imagen, acorde con la buena imagen que tengo de mi identidad interior. Me sentía poderosa, femenina, adulta. Iba en el micro con la dignidad intacta, la autoestima elevada.

Luego me chocaba con la mole de concreto que es la realidad: las mujeres que me rodean son infinitamente más femeninas que yo y mi gran proeza de ponerme máscara de pestañas y desenredarme el pelo cae mucho más cerca del "mínimo indispensable" que del "excede expectativas". ¿Ropa combinada? Frecuentemente discutible. ¿A la moda? Sencillamente irrisorio.

Mi dignidad de micro se había topado con una cultura hasta entonces desconocida: la cultura de la belleza. Lo peor es que me ha quedado muy en claro a lo largo de cinco años que la cultura de la belleza de mi universidad palidece mortalmente al ser comparada con la cultura de belleza de otras universidades. Hay toda una dimensión de la feminidad que conozco pero me rehúso aceptar como mía. Yo soy una mujer, pero no soy así.

¿Así cómo?

Así como que no me preocupa si mi pelo está ordenado o no. Como que no me parece mal ir a una fiesta en polón y zapatillas. O que no le veo el punto a arreglarme para ser vista por un grupo de personas cuyos máximos exponentes masculinos son mis amigos (con los cuales la mínima esperanza de tener una relación está un poquito más allá de la siguiente galaxia). Que cuando salgo (en las pocas ocasiones que salgo), mi motivo de arreglo personal es única y exclusivamente el no sentirme abrumadoramente opacada (y a veces ridiculizada) cuando me enfrento ante el batallón de estrategias embellecedoras de las otras, más cultas, exponentes de mi género.

¿Por qué no tomo cartas en el asunto y convierto mi cuerpo en un digno paradigma de la cultura femenina? ¿Por qué no le hago caso al peluquero (estilista?) que me cortó el pelo la última vez y me hago esa iluminación dos tonos más clara? ¿Por qué no renuncio a dar improductivas vueltas en la cama y me doy en trabajo de hacer algo estético por mi cara recién despertada?

Por que me da flojera.

Me da flojera. Y es un círculo vicioso, lo sé. Me da flojera arreglarme, me siento intimidada frente a mujeres arregladas, evito encontrarme con mujeres arregladas (que generalmente acompañan a hombres arreglados), dejo de salir, me da más flojera, y cuando intento encontrarle una razón a arreglarme, la única razón que me parece aceptable es intentar encontrar una pareja. Cosa que no quiero. O bueno, cosa que digo que no quiero cuando afirmo mi compromiso con la soltería.

¿De verdad estoy comprometida con la soltería? ¿Estoy al tanto de lo que escribo en este blog? ¿Qué parte de "estoysolaquierounenamorado" no entendí?

La parte que implica el continuo salirelfinparaconoceraalguien (que jamás conozco) para conquistarloyforzarmeunarelacionquenoquiero. Y he ahí el quid de mi dilema. La premisa es: si sé, si tengo por seguro basándome en evidencias pasadas, que
1) Salir pocas veces me divierte (y generalmente me molesta, habiendo sacrificado tiempo, ego y plata)
2) No voy a tener enamorado
3) Yo me siento bien con mi cara lavada y mis rollitos de más
¿para qué diablos voy a quitarme sueño, plata, y horas que podría dedicar a hacer otras cosas que me gustan?

¿Por ejemplo?

Escuchar música en la oscuridad y leer.

Suena ridículo.

Sí, es cierto. Y he de confesar que, en este video, la admiro



pero...

... me da flojera.

viernes, 22 de octubre de 2010

Disnea (hambre de oxígeno)

Extraño ser feliz.

Hay una muy tangible diferencia entre no estar triste y ser feliz. Entre no querer seguir sola y estar enamorada. Entre decir "te quiero" y sentir "te amo".

Es algo muy pequeño y muy sagrado ese sentimiento de amar y saberse amado. El cómo lo demás se vuelve ajeno, lejano, innecesario. Como si le hubieran bajado el volumen a una película aburrida. Como si nada más fuera importante. Porque nada más lo es. Porque no tengo pesar en admitir que el otro se convierte en mi oxígeno. Aunque sepa que está mal y que debería valerme por mí misma no puedo negarlo. No quiero negarlo. No quiero asfixiarme en un mundo en el que no tenga el derecho de respirarlo.

Igual me ahogo tranquilamente. Aprendí hace tiempo que soy como esa garrapata de la que hablaba Patrick Süskind, abrazada a una hoja de césped alto, esperando días, meses, tal vez hasta años que alguien pasara y le diera la sangre necesaria para vivir. Y mientras tanto economizaba hasta la última molécula, paciente, desesperada pero consciente que no tenía otra solución. Preparándose exquisitamente para ese momento cuando se dejase caer. Soñando con ese día en que saciase su hambre.

Tengo hambre de amor. Tengo hambre de promesas que me alegran el presente con un futuro aún mejor. Me alimento de recuerdos antiguos que mastico como chicles que ya han perdido el sabor. Y me duelen los brazos de estar encaramada a mi hoja de césped, me duelen las piernas de estar parada en la mitad de mi desierto, cerrando los ojos, imaginando un mañana diferente, una lluvia, una presa, una canción. Hambrienta de respirar el oxígeno que hace la diferencia entre la alegría y la resignación.

miércoles, 20 de octubre de 2010

De Dogmas y... demás?

Mi mejor amigo se acaba de escandalizar porque estoy despierta a esta hora y, para colmo de lo inaudito, escribí un corriente "jajaja" en el msn. Dice que he trasgredido un par de dogmas que daba por sentado: 1) Gabriela se acuesta a las 10 y 2) Gabriela no escribe "jajaja" en msn.

Bueno, Gabriela no sale a caminar en el malecón a las nueve de la noche. Y se suponía que no le aguantaba pulgas a nadie (especialmente al enamorado cojudón). Gabriela no se pone piercings ni se pinta el pelo, y aún cuando me he sentido tentada a hacerlo varias veces, el seguir los principios es más asunto de actuar acorde a ellos que de no cuestionarlos.

La verdad, la verdad no es ni estática ni precisa. De verdad, decir la verdad es bien difícil. ¿Quién soy? Yo. ¿Podría dar una respuesta más específica? Sí. ¿Quiero darla? No. Gracias. Next.

Justo hoy estaba leyendo uno de mis libros favoritos y mi camote actual, Middlemarch. Obra clásica de la literatura inglesa del siglo XIX (diecinueve, 1800 algo), habla sobre lo que me encanta leer: gente. Las historias de la gente, la inocencia, la malicia, la gloria y la miseria. El mundano aburrimiento del día a día. La extenuante eternidad del tiempo que no quiere pasar. El amor, por supuesto. El matrimonio, la mentira, la testarudez y su querida compañera la estupidez. La belleza y el efecto que ésta tiene en nosotros.

(Sí, me gusta explayarme en este tipo de oraciones compuestas sólo por frases descriptivas.)

Hay una parte del libro en la que describen la conversación de mi par favorito de personajes como la de dos niños muy amigos haciéndose confidencias sobre pájaros. ¿Cuán perfectamente tierno puede ser eso? ¿Cuán puro, cuán verdadero? Confieso que me gustan los gorriones. Y que me dan frío sus patitas.

Probablemente siempre me gusten los gorriones. Este hecho es una parte muy concreta y específica de mi identidad que no tiene muchas posibilidades de cambiar, a menos que un gorrión me ataque salvajemente y cambie por completo mi perspectiva sobre los de su especie. Pero hay cosas que sí cambian, por razones que a veces no tienen tanto sentido. Hay cosas que en realidad nunca tuvieron una verdadera razón de ser.

domingo, 17 de octubre de 2010

It's early morning, no one is awake

Hay una canción de Björk que se llama Hyperballad, recientemente interpretada por la grandiosa Robyn en el Polar Music Prize de este año.



Adoro esta canción.

Es más, he estado mirando este espacio vacío por un par de minutos sin saber qué escribir que le haga justicia. Yo creo que hay cosas que son demasiado bonitas como para que su descripción sea apropiada, a menos que sea una maestra en el arte.

Justo hace poco tuve un pequeño problema con el asunto. Estaba indecisa entre poner el "like" a la foto de un amigo, precisamente porque lo mucho que me gustaba. Si bien no tengo una religión definida (ni una fe, poniéndonos a ello), el concepto de sagrado no me es ajeno, para nada. Hay cosas, momentos, lugares sagrados, y en su calidad deben ser respetados. Mi cama, por ejemplo. Esos cuatro días en Regensburg. Los croissants, el queso mozarella y los tomates de desayuno.

Mi puca blanca de cuando tenía dieciséis. La ratita de peluche. El amaretto. Ese castillo en ruinas de Zavelstein, el manantial de Riedenburg, el canal, la playa de Weltenburg, el bosque de Ottenbronn. El malecón de Miraflores, el jirón Álvarez Thomas, la calle Dinamarca, la calle Buenos Aires, la barrera psicológica uno y la barrera psicológica dos. La Aurora en la noche. Porta en el día.

Esa noche cuando agarramos a dedados los restos de las salsas de chocolate del postre que acabábamos de comer. Esa mañana cuando abracé con todo el cariño acumulado de un mes a mi enamorado. El concierto de The Killers en Read my Mind. Ese perfecto beso detrás del escenario, sentados en la banquita al costado del jardín de niños. Esas tardes de invierno correteando por la casa. Y las vacas, por supuesto. Las vacas que cantan el blues.

La canción de Björk habla de un ritual que hace todos los días, muy temprano en la mañana. El ritual la ayuda a sentirse bien con su enamorado cuando regresa a su lado, antes de que él se despierte. Es como una reafirmación de la propia identidad, en solitario, sin que nadie más se de cuenta.

Son cosas sagradas, como esa flor de la que hablé hace tiempo. Son cosas tan etéreas y frágiles que tocarlas es peligroso; a veces pensar en ellas ya las lastima. Sin embargo esa canción habla de esta costumbre tan personal, tan significativa y al mismo tiempo tan secreta... y lo hace con tanta simpleza, con tanto amor. Confesando que sólo podemos apreciar la seguridad de estar con alguien si es que sabemos que no saben lo terribles que somos cuando estamos solos.

jueves, 14 de octubre de 2010

Privacidad, Obsesividad y Ejercicio

He decidido (hace treinta segundos) que voy a hacer este blog un poco más conocido en mi pequeño grupo de conocidos. Lo cual significa que voy a someterme a un escrutinio moderadamente público, con los riesgos que eso conlleva y la responsabilidad que significa.

¿Quiero? ¿De verdad? ¿Soy tan narcisista como para pensar que la gente lo va a leer? ¿Realmente sería tan peligroso? Sé que no soy precisamente popular entre las masas de mi universo universitario (me encanta cómo sonó eso), pero, en la íntima soledad que hay entre los ojos de alguien y la pantalla de su computadora, ¿leerían lo que escribo aquí?

Por ejemplo, no le hablo a mi ex Pon Pon (para mayor información léase Nombres de Incógnito) hace... exactamente cuatro meses. Por no hablar digo que no le mando mails, no lo pokeo, no le mando mensajitos al celular y hasta llegué al extremo de no viajar a Alemania en Julio. La última conversación que tuvimos tuvo un muy dramático final que fue consistente con el histrionismo que usualmente tiñe su forma de actuar. Que me encantaba, no voy a negarlo, pero tengo una vergüenza ajena que probablemente sea una proyección de la vergüenza que me da este núcleo innegablemente histriónico que tengo aquí. Publicar el blog es consecuencia de él, asumo.

Es ambivalente en cierto sentido. Acabo de hacer arreglos en la privacidad de Facebook para que sólo un reducido grupo de personas tenga acceso a las partes de mi perfil que considero privadas; sin embargo, ¿cuál es el punto de publicar estas mismas partes de mi vida en una plataforma social pública? ¿En qué consiste esta necesidad de reforzar mi propia identidad y al mismo tiempo esconderla de quienes no considero dignos de entenderla? ¿Qué miedos escondo, qué placeres complazco, qué escondidos núcleos inconscientes satisfago?

Siguiendo con mi Pon Pon (que era de lo que estaba hablando al principio) desde el punto de vista de la acción el pata ha desaparecido de mi vida de forma tan completa que considerar un retorno no sólo sería incoherente sino bastante improbable. Mentira. Estaba a punto de escribir un post en inglés en el poco probable caso que se encontrara con el blog y llegué al extremo de poner mi website como el único vínculo con el cual un anónimo cibernético pueda contactarme. Porque me borró del Facebook, cosa que ya también escribí en otro post.

¿Pensará en mí? ¿Pienso tanto en él?

Comparando la extraordinaria presencia que tenía su existencia en básicamente cada aspecto de mi vida, la cantidad de tiempo que dedico ahora a pensar en él es... patética. Igual pienso en él, o sea, las vías neuronales no están completamente atrofiadas, pero cada vez que lo hago ya no es en ese afán romanticón/futurista de su imagen aún impoluta de sudor, borracheras y roches. Es más como un... mira lo que te perdiste. Fantanseo frecuentemente con la imagen de una fiesta a la que estoy llegando, manejando un carrazo (Porsche 911 cabrio rojo, de preferencia), por supuesto mío, con un enamorado mucho más guapo que él, mucho más centrado y con quien hablar español pudiese sonar como una complicidad extremadamente sensual.

Igual no le escribo. Me parece sintomático que siendo yo una enérgica (obsesiva) defensora de la política de llevarme bien con el ex (aún cuando sea bastante evidente que éste no tiene tantas ganas de llevarse bien conmigo) haya podido mantener este tipo de constancia durante tanto tiempo sin flaquear una sola vez.

Es en estos momentos en los que me critico por no tener este tipo de obsesividad con ir al gimnasio en vez de estar describiendo detalladamente mi psique actual. Hacer ejercicio es bueno para mí, bajar de peso sería bueno para mí, relacionarme con gente fuera de la universidad (en el caso de que hablase con alguien no universitario mayor de quince años o menor de treinta y cinco) sería bueno para mí.

Voy a terminarla aquí, ponerme el buzo e ir al gimnasio. Apenas den las 7:00. Maldita sea, ya dieron las 7:00.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Tell me about yourself

Estoy sentada pasivamente en mi cama, tomando una cerveza y revisando las actualizaciones del sitio estadounidense al que estoy virtualmente suscrita. El artículo que llamó mi atención fue "Top 10 Residency Interview Questions", y si bien no estoy interesada en hacer mi residencia en USA, leer las preguntas sí me parecía interesante.

Pregunta número uno, en orden de frecuencia: Tell me about yourself.

Well, what can i tell you about myself? Mi identidad se reparte equitativamente entre lo público y lo privado, y no sé cuánto de quién soy sea apropiado para el público en general. ¿Qué puedo decir de mí que no suene ni a un terrible cliché ni a una declaración psicopática? Ha quedado establecido hace tiempo que no estoy en el espectro normal y si bien el no encajar nunca me ha parecido particularmente trágico, llegado el momento de definirme, el no tener referencias cercanas es difícil.

Sin embargo creo que es esta misma dificultad la que me ha hecho tan fácil saber qué soy y qué no. Soy una firme creyente en la equidad en salud y educación. Considero de importancia fundamental la relación que tenemos los humanos con nuestro medio ambiente. Creo en la necesidad de cariño para el buen desarrollo de los niños y de los adultos, creo en la libertad de pensamiento y de expresión y soy taxativamente intolerante con el uso de la violencia como medio para alcanzar el poder.

No soy ni mainstream ni Indie, ni considero que alguno de los dos tenga más mérito que el otro. No sigo las modas, pero si hay que algo que me queda bien y está de moda me gusta usarlo. Me gusta la manera en la que pienso, hablo y escribo, y a menos que sea una extraordinaria contribución afín con mis maneras, no planeo cambiarla por alguien a quien pretenda caerle bien. Aún así, creo que hablar con un niño en términos de adulto es tan improductivo como hablarle a un español en alemán.

Respeto profundamente el ambiente en el que me encuentro, pero no por eso voy a renunciar o negar lo que creo. Mantengo una mente abierta hacia diversas formas de pensar, diversas culturas y diversas estéticas, pero no voy a dudar un segundo en defender los principios por los cuales rijo mi vida. No planeo pelearme con nadie ni cambiar su forma de pensar, pero voy a hacer todo lo posible porque no se impongan a otros aprovechando su debilidad o abusando de su autoridad.

¿Qué puedo decirle a un entrevistador sobre mí? Que quiero hacer cardiología en su departamento. Que me gusta la Medicina porque me hace conocer todo lo humano; que no conozco otra plataforma para alcanzar de una manera tan completa la experiencia de personas reales que viven día a día con glorias y miserias. Que la cardiología me hizo rabiar cuando la conocí por primera vez pero que su lógica me cautivó de una manera tan irrevocable que ahora me confieso enamorada de ella.

¿Ustedes creen que me contratarían o que me interconsultarían a psiquiatría?

viernes, 8 de octubre de 2010

Viernes en la noche II

Una de las cosas que más extraño de tener enamorado no es estar enamorada.

Extraño poder estar con mi ropa de casa echada en mi cama, tapada con el edredón y acurrucada junto a su cuerpo. Extraño oler su piel y quedarme dormida, escuchar el televisor, abrazarlo, saber que puedo dar rienda suelta a toda mi necesidad de recibir y dar cariño.

Extraño tener mensajitos de texto en mi celular. Extraño poder conversar con alguien que sé que me tiene muy alto en sus prioridades. Poder decir no, no quiero salir, quiero quedarme contigo. Quiero cocinarte y acariciarte la cabecita y escucharte decir tonterías que puede que no me interesen pero igual me gusta oír.

Extraño ser la enamorada. Extraño arreglarme porque quiero verme bonita para alguien que sé que lo va a apreciar. Extraño que me venga a visitar, que nos encontremos en un lugar, saber que entre todos los mails en su bandeja de entrada probablemente lea primero el mío.

Extraño caminar de la mano y que me abracen en público. Extraño besar. Extraño que me besen. Extraño lavar los platos en la cocina y sentarme en la mesa, caminar con sus zapatos, tener seguridad, dejar de fingir que no me duele estar sola.

Pero no lo extraño a él. Me extraño a mí cuando estaba con él.

viernes, 1 de octubre de 2010

Chocolate y personalidad

Terminé el capítulo de personalidad, el más esperado de toda mi rotación de psiquiatría y descubrí que soy... yo. (Si sospecharon narcisista, sí, tienen algo de razón.)

Bajé un kilo. Que probablemente regresó a su lugar después de las dos morochas que nos ganamos hoy en una competencia por encontrar al personaje con el trastorno de personalidad más acorde con el que había salido en el papelito (a saber, narcisista, evitativo y esquizotípico) y el plato de frejoles que almorcé. Afortunadamente, creo que voy a salir a montar bicla en un rato. Es evidente que es mi ego quien dijo ese "creo", que no tiene mucho que ver con lo que quiera mi id o mi superego (en el hipotético caso de que mi superego exista).

El profe/doc de la clase de hoy estaba muy rico, muy... muy rico, pero pude superar mis impulsos eróticos (tomen, histriónicas y limítrofes, ah, sí, hola hipotético superego) y aprender sobre los diversos mecanismos de defensa que las personalidades normales y anormales utilizan para mitigar la angustia nacida de los conflictos entre los impulsos del id y la represión (también conocida como civilización) del superego.

Claro que busqué y clasifiqué acuciosamente a cada componente de mi universo emocional, pero por su bienestar social y el mío declino seguir el impulso a describir en lujo de detalles las pequeñas miserias y glorias que definen cada una de sus personalidades. Lo dejé para el placer maravilloso de mi hoja de excel. ¿Obsesiva? Quizá (mecanismo de negación).

Sin embargo, hojita de excel o no, lo que buscamos todos, en nuestras sanas o patológicas maneras es la felicidad. El problema es lo parecido del mecanismo de acción de la felicidad y del chocolate, y lo perturbantemente parecidos que son el chocolate y el amor.