Quería gritárselo al viento del malecón que se mete por mi ventana, gritárselo al mar que baña una y otra vez las piedras y gritárselo a las nubes plomas de este cielo permanentemente gris.
Y pensaba que si tuviese que morir en ese momento lo único que quería decir, lo único que quería que quedase de mí sería ese mismo grito, diciendo que te amaba, que te seguía amando, que siempre te iba a amar. Lo iba a gritar con absolutamente todo el aire de mis pulmones hasta que se desgarrase mi garganta con la única esperanza de que, estuvieras donde estuvieses, lo escucharas. Tuyo iba a ser el último de mis alientos, y en mi alma no iba a caber ningún arrepentimiento.
Pero después me di cuenta de que no era a ti a quien quería gritarle que lo amaba, sino al fantasma que había vivido dos años en mi alma, al coloso, al Grande. No a ti.
Es más, a ti ni te conozco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario