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viernes, 21 de septiembre de 2018

El último estrecho

Esta es la última resaca antes de llegar a la otra orilla. Estás cerca, sientes el agua moverse, el piso temblar, las olas estrellarse contra los peñascos que te esperan antes de la orilla.

Tienes miedo, temes morir en el último estrecho, que se te queme el pan en la puerta del horno. Quieres llorar, quieres gritar, quieres pedirle a alguien, quien sea, que te ayude, que te guíe, que te cargue y te proteja, pero no hay otra salida.

Hace tres años empezaste a nadar y ya sólo te faltan unos días.

Pero tu ángel te dijo que va a suceder.

Confía.

Sigue nadando.

Ya falta poco.

Todo va a estar bien.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

La canción del ex hijo único y la reivindicada

Dom estaba callado. Estábamos en su departamento, y él había cogido una cerveza apenas llegamos de almorzar con sus papás. Ya iba por la tercera.

Anteriormente yo habría entrado en ansiedad. "Ya no me quiere", "me va a dejar", "está con otra". Pero suficiente tiempo había pasado para reconocer al otro por sí mismo.
- ¿Qué pasa? –le pregunté.
Me miró súbitamente avergonzado, como si lo hubiera visto desnudo. Asumo que recordó que usualmente lo veo desnudo y se relajó un poco. Tomó aire.
- Mi papá tiene una amante. –soltó.

Puta madre. No lo dije, no sé si lo pensé pero lo sentí. Es inconfundible.
- Lo siento. –respondí. Le busqué los ojos y me estaban mirando. Abrió un brazo y subí a él, apoyando mi mentón en su cuello.
- Se llama Laura. Tiene treinta y siete años y trabajan juntos. Está embarazada.

Su boca economizaba las palabras con un deseo de deshacerse de ellas lo más rápido posible. Toda una historia de insatisfacción, deseo y traición podía resumirse, los detalles eran innecesarios y no bienvenidos.
- ¿Tu mamá sabe?
- Todavía.
Nos quedamos callados. Mis pies estaban fríos.
- Dice que lo hace sentir vivo. –dijo. Sonrió con tristeza. –Pero no puedo dejar de pensar que es por la plata.

Su mano derecha quiso hacerse puño pero se detuvo a sí misma; se sintió dolorosamente familiar. Cogí su puño entre mis manos y le di un beso.
- No sé cómo mirar a mi mamá. No sé… no puedo hablarle, tiene que decirle pronto, ya me siento pésimo por no haberle dicho apenas me enteré. De repente ella cree que todo está bien. –tomó aire. – ¿Tú sabías? –me miró.
- ¿Cuando…? Sí.
- ¿Y cómo hacías?
- Mentía.
Suena feo, pero es cierto. Tomé aire e intenté explicarme.
- Yo no creo que sea adecuado contarle eso a un hijo. Yo creo que la relación de pareja sólo debe involucrar a la pareja. Contarle a un hijo esas cosas no sólo me parece egoísta, sino cobarde –suspiré, molesta. –En mi caso yo mentía porque era más fácil.
- ¿No sentías culpa?
- Mucha. Pero con el tiempo entendí que yo estaba haciendo lo que necesitaba para vivir. La culpa era de mi papá por ser infiel, no mía por guardar el secreto.
Me acarició el antebrazo.
- ¿Un bebé a los cincuenta y ocho años? ¿Te parece sensato? –preguntó retóricamente.
- No. ¿Te dijo qué va a hacer?
- Le va a decir a mi mamá.
- Pídele que no le diga que tú sabes. Es suficiente sentirse traicionada por una persona.
- Sí, tienes razón.
- Mejor llámalo ahorita.

Dom cogió el celular y llamó a su papá; no se demoró mucho, pero yo me fui poniendo los zapatos para despedirme. Creí que tenía muchas cosas que pensar y que le iba a ser más fácil sin mí ahí.
- Quédate. –dijo, después de colgar.
- Vamos a mi casa a recoger mi ropa. –dije.
- Vamos. –dijo, cogiendo las llaves del carro.
- Caminemos.
- O.K.
Nunca recogimos mi ropa; se echó en mi cama apenas llegamos y antes de que yo hubiera terminado de escoger lo que me iba a poner el día siguiente ya se había metido entre mis sábanas, una cabeza humana con cuerpo de gusano gordo bajo la colcha.

Tal vez es porque por veintiún años fui hija única y he estado acostumbrada a estar sola toda mi vida, pero mientras Dom se quedaba dormido a mi lado me di cuenta de que si hubiese podido tenerlo me habría encantado dormir con alguien cuando pasé por lo mismo. La única vez que lloré se armó un pequeño escándalo en mi cuarto, y mi papá comentó que había pensado equivocadamente que yo era lo suficientemente madura para lidiar con el tema; me indicó que me pusiera una almohada en la cara para que los vecinos no escucharan mi llanto.

La mañana siguiente Dom se levantó muy temprano para ir a su departamento a cambiarse y hacer su maletín de mano; en la noche tenía pichanga con sus amigos. Esa misma noche mientras Dom corría tras una pelota yo estaba sentada en mi cama, peinándome. Mis almohadas todavía olían a él.

El celular sonó con un mensajito. Seguí peinándome, segura de que si era una conversación incipiente sonarían más, pero pasaron dos minutos y el celular seguía en silencio. Dejé el cepillo a un lado y chequeé con curiosidad.
“Hola” Leí.
Sorpresa, era Leo.
“hola” respondí.
Hacía tiempo que no hablábamos.

Los días siguientes se sucedieron sin sobresaltos ni nuevas noticias. Dom ignoró el tema por completo y vale mencionar que conversamos bastante. Yo no hacía ninguna alusión, por supuesto; lo peor que hacer cuando una herida está cicatrizando es tocarla mucho. Exactamente ocho días después de la primera revelación del papá de Dom me llegó un mensaje en el whatsapp.
“Quiere que la conozca”

Me acordé de los CD’s. Los CD’s que ella quemaba con mi música favorita, canciones que yo no podía encontrar fácilmente en la época en la que bajarse música era dificilísimo; les ponía coverarts bonitos impresos en stickers para CD. Me acordé de la foto panorámica que me regaló para que pintase; me acordé de las impresiones perfectas de árboles coloridos. Me acordé de cuando mi papá llegaba a las diez de la noche en punto todos los miércoles. Y eso sólo había sido el comienzo.

“Te llamo” escribí.

En su momento la sentí, pero aprendí a ocultarla: me habían enseñado a mentir muy bien. Ver a Dom pasar por la misma situación me hizo sentirla de nuevo, esta vez sin el mitigante del cariño. Ira.
- No sé qué hacer. –dijo.
- ¿Ya le dijo a tu mamá?
- Todavía.
- No lo hagas. No la conozcas antes de que tu mamá sepa.
- No, ¿no?
- No necesitas esa culpa.
- Tienes razón.

Colgué y respiré profundo, molesta. La situación de Dom se siente particularmente cercana porque es muy parecida a la que yo viví; ¿cuánta de esa compasión era compasión a la que yo fui? Tuve ganas de abrazar a Dom y protegerlo de lo que a mí nadie me protegió, pero lo único que pasó fue que le mandé varios emoticones cariñosos y eventualmente él fue a su pichanga de la noche. Era lunes, yo estaba en el consultorio y él en el quirófano, teníamos responsabilidades. El mundo no se acaba porque uno está herido.

(Sin embargo por muy cierto que sea eso, por muy real que sea que uno puede tener el corazón roto pero igual tiene que seguir pagando la luz y sacando al pasear al perro, es bonito saber que no estás solo, que hay alguien a quien le importa tu sufrimiento.)

El viernes cociné una cena para los dos. Regresé relativamente temprano del trabajo y me dediqué a cortar, limpiar, hervir y macerar, música suave sonando. No fue hasta un momento de silencio en la playlist que tomé consciencia del momento, lo que estaba haciendo, cómo en esas acciones estaba el amor que le tengo a Dom. La estrofa que sucedió al silencio me retrotrajo al 2009, la primera vez que estuve con Ícaro. “La soledad es un paso firme que no he podido obligarme a dar.” Dejé el cuchillo y me apoyé en la mesa cerrando los ojos, recordando la letra.

Ícaro había sido el primer enamorado al que se me había ocurrido cocinarle; la canción tenía una frase, “y qué felicidad hacerte la cena, y qué seguridad saber que me esperas. Y el tiempo pasará, el sol se apagará, y todo lo que sentiste fue normal.” Mi papá me había pasado esa canción; decía que le hacía acordar a mí.

Tengo la suerte de no tener duda alguna del amor que mi papá me tiene, pero sé que ese amor, grande y profundo como es, está contaminado de sus ideas. Siempre fiel a su filosofía de que la felicidad no existe sino sólo los momentos felices, la canción que me había pasado me ponía en perspectiva que por mucho que quisiera a mi enamoradito de turno era muy probable que eso terminara también.

Tuve de ganas de llorar, porque él había tenido razón y yo no. Mi historia con Ícaro había terminado, y varias otras también. ¿Me pasaría lo mismo otra vez, volvería a acordarme de la última vez que le cociné a alguien la cena? El peso de mi cuerpo venció mis rodillas y apoyé mi frente en mis brazos, ahogando un sollozo. Dudé en pedirle a Dios que no me quitara a Dom, tantas veces le había pedido que no me quitase a alguien que quería e igual lo había hecho. La canción terminó, tomé aire y me soné la nariz antes de seguir cortando los tomates que iba a cocinar.

Dom llegó dos horas después con un beso y el pelo un poco aplastado. Sacamos juntos a Rex y abrió la botella de vino que había traído con él; Rex estuvo engriéndose con nosotros un rato hasta que le dio frío y subió a mi cuarto a acurrucarse en su rincón.

Serví la entrada en los platos de vajilla italiana y Dom sirvió el vino en copas de cristal alemán. Prendí las velas azules que había puesto en el comedor y sonreí, disfrutando el momento. Dom me cogió una mano y acarició el dorso con su pulgar, acercándome a su boca.
- Te quiero. –dijo, mirándome a los ojos.
- Yo también.
Apretó mi mano y la dejó, cogiendo sus cubiertos.
- Hoy fui a ver a mi papá. –dijo, empezando la conversación.
- ¿Ah, sí?
- Sí. No lo había visto desde… el domingo, ese domingo.
- Wow.
Boris Stier (el papá de Dom) trabaja en la SanTo, y su sitio de estacionamiento está al lado del de Dom.
- ¿Y qué tal?
- Está súper emocionado. Por… –se cortó. Decir “tu hermanito” habría sido supremamente estúpido.
- ¿Ya saben el sexo? –pregunté.
- Es hombre. Creo que le van a poner Mauricio, pero… –movió las manos, como queriendo deshacerse del tema. –La verdad no sé qué debo sentir.
- Nada. –respondí.
- ¿Qué?
- Nada. No debes sentir nada, los sentimientos no son un deber, simplemente existen o no. –lo miré a los ojos.
- ¿Tú sentiste algo cuando…?
- Celos. Rechazo, también. No me gustaba cuando mi papá venía y olía a talco de bebé.
- ¿En serio?
- En serio.
- Anoche en Wong evité el corredor de bebés como si fuera la plaga. –dijo, con una sonrisa ladeada. Suspiró. –La verdad no siento que lo quiera. Sí, yo sé, va a ser mi hermano, pero… no sé, siento que Gustavo es mucho más mi hermano de lo que ese niño alguna vez vaya a ser. Podría ser mi hijo. O sea, podría totalmente ser mi hijo, sin roche.
- Sí. –Sé cómo se siente. –Pero el tiempo ayuda.
- Se supone que cuando lo cargue voy a tener todos estos sentimientos.
- Podría ser, pero si no sucede tampoco deberías culparte.
- ¿A ti te funcionó?
- No. Pero también yo soy recontra inmadura…
Rió.
- ¿Sabes en lo que he estado pensando todo el día?
- Nope. Dime.
- ¿Cómo hacía Boris –Boris, no “mi papá” –para dormir en la misma cama con mi mamá sabiendo que su amante estaba embarazada?
- ¿Ya no duermen juntos?
- No sé, no he preguntado –negó rápidamente con la cabeza, un escalofrío en su cuello –y tampoco quiero saber, pero… puta madre.
- Sorry.
- No, no, no eres tú, es… puta madre.
- Sí.
Puta madre, indeed.
- ¿Tú crees que sea genético?
- ¿Qué cosa?
- La infidelidad.
- Yo creo que el comportamiento humano es demasiado complejo para ser reducido a una causa genética, a un neurotransmisor que no hace su trabajo. ¿Te preocupa que sea genético?
- ¿A ti?
- No.
Sonrió, reconfortado. Me di cuenta que había tomado mi respuesta como que no me importaba si él tenía un componente genético de infidelidad, cuando yo la había interpretado como si a mí me preocupara el componente genético de infidelidad que yo tengo; preferí no corregirlo porque de todas maneras tenía razón, no me importa. Habíamos terminado la entrada.

- Voy a traer el pulpo. ¿Me ayudas con la maderita?

Fuimos a la cocina y destapé la cacerola donde estaba el pulpo; el vapor se había condensado en la tapa, y el ají panca envolvía el resto de los olores como un terciopelo.
- Huele rico, ¿no? –Volteé a coger las manoplas, y Dom puso sus manos en mis hombros, subiendo hasta mi cuello.
- Eres tan sexy. –susurró. Solté las manos de la cacerola, cogiéndole los codos con las manoplas aún calientes. Volteé para besarlo, y no pude resistir morderle un poco el labio.
- ¿Tás con hambre? –susurró, antes de morderme la oreja. Me abrazó, alejándome de la cocina, y se sentó en uno de los bancos, ambos a la misma altura.

- ¿Alguna vez has estado con alguien que ya estaba con otra persona? –preguntó.
- ¿Tú?
- Sí. ¿Tú?
- También.
- ¿Cuándo?
- Antes de que nos volviéramos a ver.
- ¿Casado?
- No, pero tenía enamorada.
- ¿Lo conozco?
- No.
- ¿Y qué pasó?
- Fui a su departamento.
- ¿Tiraron?
- No. Casi todas las paredes tenían un cuadro o pintura que su enamorada le había regalado.
- Ala mierda.
- Sí. Entré a esa casa y me di cuenta que el amor vivía ahí; tuve que esconderme en la sombra de una refrigeradora.
Estiré mi mano, tocando el borde de la mesa.
- Su corazón latía como un tambor de guerra; parecía una arritmia, y se lo dije, pero me dijo que era la emoción de estar conmigo. Me dio asco. Me di asco, y pena también.  

Me saqué una manopla, cogí la mano de Dom y entrecrucé mis dedos con los suyos. Vi cómo mi piel canela contrasta con su palidez invernal y luego lo miré a los ojos.
- El martes siguiente te vi. Justo el domingo mi papá había hecho un comentario que escuché de casualidad: decía que le daba miedo que me quedara sola porque estaba buscando al hombre perfecto.
- ¿Y lo encontraste?
- Parece que sí.

Seguimos besándonos, la cacerola destapada, el silencio de una noche de viernes en Miraflores.
- ¿Cómo fue contigo? –pregunté. – ¿Estaba casada?
- No.
- ¿Tiraron?
- Sí.
- ¿Más de una vez?
- Sí. –rió.
- ¿Valió la pena?
- Lo hice por joda. Ella quería que estuviéramos, pero…
- Tú no.
- No. –me miró, súbitamente serio. –Qué mal, ¿no?
- ¿La engañaste? –pregunté.
- ¿A qué te refieres?
- O sea, le dijiste que ibas a estar con ella, que la querías…
- No, sólo le dije que le tenía ganas y ya. Fue al toque, tres veces. No fue muy bueno tampoco.

Lo abracé, recostando mi cabeza en su hombro. La pequeña sesión chape - confesionario se había sentido sexy en una forma medio prohibida, pero se había terminado.
- ¿Qué piensas? –pregunté.
- Intento no pensar.

Cuando subimos Rex ya estaba durmiendo, echado en su mantita de polar. Dom prendió la tele y se sacó la ropa metódicamente, doblando cada prenda y dejándola en la silla. Se quedó en bóxers y se echó en la cama.

Nos abrazamos, su olor inundando mis sábanas. Sus manos estaban heladas, y cuando me tocó la espalda no pude evitar arquearla.
- Sólo porque te quiero… –dije.
- Es que estás calientita. –dijo, dándome un beso en la sien. Me sacó el sostén con esos dedos de White Walker.
- Mi bisabuela decía “cuatro piernas bien cruzadas abrigan más que veinticuatro frazadas”. –dije, entrecruzando mis piernas con las de él.
- ¿Conociste a tu bisabuela?
- Sí, cuando era chiquita. Pero mi papá era el que me decía eso, sobre su abuela. Era muy dada a los refranes, mi abuela tiene un cuaderno con todos apuntados.
- Yo no conocí a mi bisabuela. Se quedó en Alemania.
- ¿Tu papá la conoció?
- Sí. Iban al mercado, y cuando regresaban probaban toda la salchicha. Wurst. – rió. –Cuando vivía en la casa mi papá y yo íbamos a Wong a comprar los jueves en la noche, queso, vino, chela y Wurst, todos los jueves.
- ¿Y cuando regresaban probaban toda la Wurst?
- Toda. –sonrió.

Hicimos el amor en una forma inesperadamente tierna, familiar. Besé su espalda, acaricié sus muslos, lo hice rendirse ante el poder inconfesable de mi boca mientras él decía que era mío, que podía tatuarlo, ponerle una bandera, lo que quisiera. Me abrazó y me besó mientras me veía mirarlo, absolutamente suya, cada centímetro de mi cuerpo, cada resquicio de mi alma. “Dios”, decía el ateo cuando lo besaba en el cuello; cuando se lo hice notar dijo que no tenía ningún problema con la palabra, porque en esa instancia yo era divina.

Ya era cerca a las doce, yo me estaba quedando dormida, Dom estaba viendo una de las de Fast and the Furious.
- No sé si voy a volver a tener una de esas. –dijo.
- ¿Mh?
Me desperté, volteando a ver la tele. Era una escena en la que todos los personajes almuerzan juntos.
- Probablemente sí. –dije. –No va a ser igual, pero de todas formas nunca nada es igual.

Se quedó callado, mirando la película. Le di un beso y movió sus dedos en mi pelo un par de veces. Apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el latido de su corazón. Era como si todo tuviese sentido; todas las veces que mis historias acabaron, todas las veces que le tuve que decir adiós no solo a quien me dejaba sino a quien yo pude haber sido.

- No quiero dejar de abrazarte nunca. –dijo. –Te amo.
Me gustó como lo dijo, tan factualmente, tan es-algo-obvio, sin buscar una respuesta o con implicancias ulteriores. Toqué la punta de mi nariz con la suya.
- Yo también. –respondí.

- Lo sé. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Soundtrack 2015 - Q3

Hay momentos en la vida en que lo único que se puede hacer es levantarte y esperar.
Así que hice exactamente eso: me levanté, me bañé, y esperé (con un libro en mano, por supuesto).

Y mira. Este Q3 he sido más feliz de lo que nunca había sido en mi vida.

1) Drive - Incubus
Ha habido una vibra bien 90's desde el inicio del Quarter, y no voy a cuestionarla; disfruto con ella.


2) White Rabbit - Maysa Karaa
Pocas veces me pongo a pensar en mi efecto en la gente, pero esta fue una vez que no pude evitar darme cuenta. Se me ocurrió que suena así, como una canción conocida en un idioma desconocido, una melódica seducción hablando en voz alta de lo que el otro a veces no se atreve a confesarse.


3) Colorblind - Counting Crows


4) Como yo le doy - Pitbull 
La dosis latina necesaria, parte 1, con mención honrosa de mi primo del Clan Romo.


5) Black Sun - Death Cab for Cutie
How can something so fair be so cruel?


6) Tranquila - J Balvin
Dosis reggaetonera parte 2 (he estado particularmente abierta al reggaetón, parece).


7)  Can't find my way home - Blind Faith
Es una de esas canciones que me persigue hasta que les hago caso; la había escuchado muchas veces antes, pero recién ahora fue que se metió en mi corazón.


8) Loose Control - Robyn & La Bagatelle


9) When a fire starts to burn - Disclosure 


10) Waiting for love - Avicii


11) Don't smoke in bed - Nina Simone
Nina. Just Nina, just in time.


12) Desabafo Deixa Eu Dizer - Marcelo D2 & Claudia


13) Lover Man - Billie Holiday 
Billie has it; she just has IT.


14) 
Dulces sueños :)


15) The fish inside me - Zach Condon 


16) Violent clementine - Lady Lamb the beekeeper


17) I wish - Stevie Wonder
Mi mejor amigo me pasó esta canción y me la quedé. Luego me puse a pensar en ello y me pareció un pequeño saludo la legendaria historia de cómo en una época la mayoría de mi música encontraba su lugar en mi ya extinto iPod: "la mayoría de mi música está en mi computadora porque me la bajé para impresionar a alguien y me terminó gustando."


18) Magnets - Disclosure ft. Lorde
Pretty girls don't know the things that I know. 


19) Brother - Matt Corby 


20) Rise - Eddie Vedder
I'm gonna rise up,
find my direction magnetically.


21) Normal - Ximena Sariñana
Uno de las máximas de mis Soundtracks es que no se repitan canciones de Soundtracks anteriores; se permiten permutas, o sea cambiar una canción por otra retrógradamente, pero las repeticiones son evitadas. ¿Por qué? Porque los Soundtracks son la banda sonora de lo que vivo, el ancla al presente que luego se vuelve pasado: repetir canciones es como repetir el tiempo y no querer dejar ir lo que ya se fue.
Sin embargo pueden haber excepciones, y las ha habido alguna vez, cuando han sido necesarias. Esta vez es necesaria otra excepción, y no, no es que no quiera dejar ir lo que ya se fue: es que a veces necesito mirar atrás para darme cuenta cuán lejos he llegado.


22) Shine - Birdy


23) Everything's alright - Jesus Christ Superstar, Andrew Lloyd Webber
Try not to get worried, try not to turn unto problems that upset you now,
don't you know everything's alright, yes, everything's fine. 
And we want to sleep well tonight. let the world turn without you tonight
If we try we'll get by, so forget all about us tonight.  
Sleep and I shall soothe you, calm you and anoint you, mirrhe for your hot forehead. 
Then you'll know everything's alright yes, everything's fine.
And it's cool and the ointment's sweet, for the fire on your head and feet. 
Close your eyes, close your eyes and relax, think of nothing tonight.


24) Last Resort - Papa Roach
Lovely morning, perfect coffee, happy and calmed. Life can be good, really, really good, when i just let it happen. (Yes, 90's again, it's a theme).


25) Hometown - Twenty One Pilots
En el taller del Artista, conversando en presencia de La Máquina, introvertidos y felices. ¡LA MÁQUINA!


26) Boulevard of Broken Dreams - Green Day
Sometimes I wish someone up there will find me. 
Till then, I walk alone.


27) Take it All - Ruelle
With all at stake. 
And so it begins,

domingo, 4 de octubre de 2015

Worth

I reached deep down into my chest with my right hand. My heart was still beating, and I was still angry; no, angry doesn’t quite describe it. Resented, maybe? It wasn’t shame either.

He looked me as I took my heart out of my chest; we were both standing, facing each other. There was no kindness in his eyes, but in them I could see the reflection of mine. I wasn’t asking, nor protesting, I was just staring at the unfairness of the whole deal.

We didn’t need to lay out the terms; we both knew them full well. I still held my heart in my fist, forearm paralleled to my chest, tense shoulders. All I could think was how unfair it seemed to me to pay such a price for a single hope; I suddenly realized I had nothing to lose by saying it, and I had just opened my mouth when he cut the silence with his low baritone.

- C’mon, it’s not your first time.

Anger, real anger lit up in my heart, burning my skin. It didn’t hurt, not at all: in fact it felt good. I looked up, a smirk on my mouth, and I lifted my chin just a little.

- Don’t mock me. –I said, a friendly warning.
- I wasn’t.

I felt the warmth of a smile relaxing my face, my shoulders loosening, my grip less tight. Yes, I was still holding my heart, but it wasn’t like I was about to die or anything.

- You’re right, it’s not my first time. Pain has made me cautious.
- It usually does. And yet here you are.

I smiled again, self-amused. Proud of myself.

- And yet here I am.

My elbow started to drift away from my body, pointing at him, preparing itself to lever my forearm. I looked into his eyes and he looked into mine, a single moment of good will, an indistinguishable nod of approval. My heart described a curve that ended on my fully extended arm, fist still closed.

I opened my hand, palm turned upwards. He looked at it and grinned instantly in realization. I chuckled, brazen.

- I got to keep my ejection fraction. –I said. –I have a lot of swimming to do, still.

He covered my palm with his, nodded, and we exchanged one last look before I went back to swimming and he back to whatever it is that he does.

jueves, 17 de septiembre de 2015

El Mar

- ¿Por qué lloras? – preguntó el Mar. Yo estaba echada encima, flotando, y había dejado de llover hacía una semana.
- No estoy llorando. –dije. No sé si era mentira o simplemente no me había dado cuenta.
- Ese no soy yo en tus mejillas. –respondió.

Cerré los ojos con fuerza y me hundí. Quise bucear con fuerza, sumergirme hasta donde no llegara la luz del sol, pero las olas me lo impedían, como jugando. “¿Qué quieres allá abajo?”, me decían, riéndose. “Sólo está el Hades, y ya lo conoces.” Movía mis brazos y mis piernas, intentando darles una fuerza que no tienen. “¡Ya deja de bucear, niña!” me dijo una, y en un solo movimiento me hizo saltar fuera del agua. El Mar me miró, divertido. A mí no me daba risa.

- ¿Por qué quieres hacer algo que sabes que no quieres hacer? –dijo el Mar. Las olas habían empezado a cantar una canción a lo lejos, y a él parecía agradarle.
- ¿De qué hablas?
- Tú no quieres bucear.
- ¿Y tú qué sabes?
- ¿Yo que sé?

El Mar me volteó, arrastrándome en una ola, sin dejarme ir. Tomé aire profundamente e intenté mantener los ojos abiertos, pero en segundos ya no supe dónde era arriba o abajo, dónde estaba el aire y dónde estaba el piso. Tanto tiempo me había enseñado como terminar con la revolcada: me rendí y casi instantáneamente regresé a la superficie.

- ¿Más tranquila? –preguntó.
- Sí. –respondí. Adolorida, también, pero no iba a decirlo.
- Ahora bien, ¿vas a decirme lo que quieres?
- Tú sabes.
- Dilo.
- Me da miedo.
- ¿Por qué?
- Porque… me da miedo… me da miedo que si lo digo no se va a hacer realidad.
- Susúrramelo, entonces.

Lo susurré.

- Cumpliste tu promesa. –le dije. –Cuando me dijiste que iban a haber otros a quienes iba a abrazar.
- Sólo la cumplí porque confiaste en mí. –dijo. Me miró con tierna sorpresa, y un par de lágrimas se asomaron por mis ojos. –Quiero que vuelvas a confiar en mí. Pero esta vez va a ser más difícil.
- Puedo hacerlo.
- Yo sé que puedes. Pero no así como estás: tienes que entrenarte, tienes que ser más fuerte, porque esta vez yo no te voy a llevar flotando. ¿Lo quieres?
- Sí.
- Entonces nada.

Me quedé quieta por un momento.

- ¿Hasta allá? –pregunté.
- ¡Nada!
- ¿Y si me ahogo?
- Nadarás.
- ¿Y si me pierdo?
- Nadarás de vuelta.
- ¡Es muy lejos! ¡Es estúpido, es peligroso, ¿cómo se te ocurre que voy a llegar hasta allá nadando?!
- ¡Nada! ¡Deja de preguntar estupideces y ponte a nadar! ¡NADA!

Lo miré con los ojos más abiertos que nunca, las dudas y los miedos acumulándose detrás de mi garganta pero lo único que hice…

… lo único que pude hacer…

… fue dar esa primera brazada y empezar a nadar.

martes, 21 de julio de 2015

Thank you, Jonathan

We've never actually met. I had been thinking about doing this on a special date, when the IRP turned 10 or when the October 2008 playlist (the first one I heard) would, but I wanna write it now. I wanna thank you for all these years, for all these playlists. I wanna thank you because you've crafted a large part of the Soundtrack of my life.

The first time I heard the Indie Rock Playlist I was in med-school. My best friend had downloaded it, and we were hanging out at the faculty; he left for the restroom, I think, and I listened to the songs while scribbling something that turned out to be a poem inspired both by the playlist and my recent trip to Germany. It was new music, music I hadn't heard, music I needed to anchor all these things that had happened.

It frightened me at first. What if I didn't like the new songs? What if I didn't find any song to relate to what I was feeling? At first I was apprehensive, and I kept on being it for a while. But the new music had an allure that kept me coming, outsmarting my fears.

I kept on living, you went away for a while. I went to Germany again and songs from playlists you had recommended gave my trip a different gravitas. While walking down the cobbled streets with my walkman (yes, I had a pink walkman) I knew that years later when I'd hear them again those streets would be in my memories. The epic and the whisper were both there. I realized that I wanted to  record the songs I had heard that year, the songs that sung to me about my life.


Along came another year, and then another. On 2011 I realized that my list of 35 or 37 songs was way too small for the whole year, so I started doing it by quarters. You were there all the time, on my (yet again pink) iPod, in my ears. The playlists gave texture to my bus rides, to the heavy work hours in the hospital, to the nights after my shifts. The songs filled a space nobody else could; they gave me a feeling neither words nor pictures could give.


I went away one more time. I lived alone while the July 2011 playlist stood witness to my late-night cooking, my Harrison reading, my silent longing for a guy that had left me back home. It was that very same playlist that sounded in my ears when I sillily rejoiced him writing again.


But then the year ended, the guy ended, and the work at the hospital got harder. I stopped listening, 
stopped downloading, saying I didn't have time. It wasn't true; it was that the fear was winning again. I was afraid I was never going to be as happy as I had been; I feared I would never fall in love, or even worse, I would never again be fallen in love with. I parted with time and hid myself within the folds of the past.


Two years went by, and I won't say nothing happened, because a lot did, but sometimes it felt as if I was only feeding myself with memories, like chewing a gum that had already lost its flavor. It was the cellos on Aventine by Agnes Obel on the October 2013 playlist that brought me back. I was hearing them on July 2014, but it is never late to remind yourself who you are.

Exhuberance followed; it was as if the playlists had never lost hope of me coming back, like a prodigal son. I know that it's not about me, I'm not that egocentric, but you know how it feels like a song or a book is particularly talking to you? That's how I felt with the June 2014 playlist. Hope was being born again.


I admit I haven't listened to every playlist; I hereby confess I don't like every song. Many songs on my Soundtracks don't come out of your playlists (I think that would be even creepier than me writing this right now). Yet just the fact of knowing a new playlist is gonna come out keeps me on hoping. Yes, time has passed; yes, I might not be as happy. But hell, I might even be happier than I have ever been, who knows?

Your playlists have become the anchor upon which I can remember my life; they have come to represent a transcendence I could have not foreseen that October afternoon almost seven years ago. I want to thank you for this. I want to thank you for unknowingly helping me to let go of the past and not be afraid of the future. Thank you, Jonathan, for keeping up with these playlists.

Thank you very very much for helping me build the Soundtrack of my life.

sábado, 18 de julio de 2015

El himno del privilegiado y la miope

El recipiente de vidrio en el que mi mamá llevaba su almuerzo se había caído abruptamente, deshaciéndose en mil pedazos. El cuchillo que estaba cortando hígado había cortado inintencionalmente un pedacito de pulgar. La blusa rosada había estado a segundos de quemarse bajo la plancha.

Mary Condori se levanta todos los días antes de las cuatro de la mañana para cocinar la comida en su casa. Toma un micro ya más o menos lleno a eso de las cinco, y llega a la puerta de mi casa a más tardar a las seis y diez. Su vida es parecida a la de los otros nueve millones de vidas que trascurren en Lima, pero dos días antes le había sucedido una tragedia doméstica: su perrito se había perdido.

- Bonitas botas. –dijo Dom.
- Gracias. –respondí. Subí al carro, cerré la puerta y volteé a mirarlo. Nos acercamos para darnos el beso de saludo protocolar y volvimos a nuestros sitios.
- Pensé que ibas a usar la blusa rosada. –dijo él.
- Tuvo un accidente.

Dom y yo estábamos yendo a una parrillada en Cieneguilla, en la sierra chic de Lima. Uno de sus amigos, que casualmente tiene caballos, la estaba organizando por no me acuerdo qué. Dom estaba con el pelo cuidadosamente desordenado, una camisa a cuadros azul claro, tradicionales pantalones beige y zapatos marrones. Yo estaba con mis botas negras hasta la rodilla, una faldita negra, chompa color hueso y el pelo más largo que he tenido en años. La radio sonaba, Dom cantaba un poco y yo sonreía mientras intentaba olvidar el hambre.

Súbitamente un carro nos cerró en la avenida.
- ¡Cholo de mierda! –escuché. Pasamos el carro, bajé las manos y las apoyé en mi regazo. No hubo otros inconvenientes para llegar.

Cómo Dom y yo habíamos vuelto a hablarnos había sido muy típico de la forma de ser de los dos. El Dr. Dominic Stier, cirujano joven y exitoso de la Clínica Santo Tomás (la mejor clínica de Lima) estaba pasando visita a uno de sus pacientes, escribiendo en la historia clínica con una pluma elegantísima que comunicaba sin vergüenza al todo el que la viera cuánto dinero tenía su dueño. Yo, cubriendo a uno de mis profesores ahora vueltos amigos, había ido a pasar visita a un paciente suyo y estaba acercándome al counter para hacer mi nota cuando escuché por lo bajo un “carajo”.
- ¿Qué fue? –pregunté, como si sólo hubieran pasado dos horas de habernos visto y no cuatro años.
- Se me acabó la tinta. –dijo, levantando la vista. No había necesitado verme para saber quién era.
- Toma. –dije, sacando mi pluma de veinte soles de mi bolsillo y extendiéndosela. La cogió.
- ¿Tienes algo que hacer en la noche? –dijo, bajando la vista de nuevo a su historia.
- No.

Fuimos al Tanta del Real Plaza y cada uno se pidió un chilcano. Él estaba con una camisa blanca y una corbata lila, su saco negro colgado en el respaldar de su silla, su muñeca izquierda reluciente con un reloj precioso. Yo estaba con un pantalón y ballerinas beige, polo blanco, collar de perlas y mi saquito azul marino; se me veía bien. 
- Terminaste con Leo. –empezó.
- Hace tiempo. –dije, tomando un sorbo. Hacía mucho que no pensaba en él.
- ¿Qué fue?
- ¿Qué sabes? –Dom sólo estaba tentando el terreno. Era obvio que sabía.
- Por ahí me contaron que había sido por un tema de racismo.
- Marcelo. –concluí.
- Él fue el que te contó lo de Camila, ¿no?
- No. –mentí.
- No tienes que cubrirlo, ya pasó mucho tiempo. –dijo, con un tono admirativo en su voz.
- Sí fue cierto lo del racismo, por lo menos hasta donde yo sé, pero también hubo un traslape al final.
- ¿Tuyo o suyo?
- Suyo. Pero no me quejo, o sea, igual no era una buena relación.
- Si no te molesta que te saque la vuelta es que tú también fuiste infiel.
- Técnicamente nunca estuvimos. –dije. Dom soltó una carcajada muy varonil.
- ¿Otro chilcano?
- Sí.

Chilcanos, alitas, comentarios sobre la boda de Marcelo a la que ninguno había sido invitado, la conversación era igual de cómoda que cuando estábamos los dos en scrubs, las piernas levantadas en sillas, evolucionando a nuestros pacientes.
- Pensé que te ibas a ir a USA. –dijo.
- Yo también. –lo miré sonriendo. Entendió.
- ¿Después de que termines vas a venir a la clínica?
- Puede ser. Primero tengo que terminar.
- Necesitamos un psiquiatra residente, por lo menos. Tres sería ideal. Dirección médica está desesperada pero tampoco podemos meter cualquier cosa.
- “Podemos”. –repetí. El papá de Dom es accionista de la clínica.
- Sigues igual de joda. Más flaca, pero igual de joda. –paró y se miró a sí mismo. – ¿Y yo? ¿Cómo sigo?

Dom ya era guapo cuando lo conocí, del tipo aristocrático, delgado, longuilíneo. El tiempo sólo lo había vuelto más hombre, más cuajado.
- Guapísimo. –respondí en honestidad. Sonrió satisfecho de sí mismo.
- Por lo menos no te ha aumentado la miopía.
- Error, me aumentó.
- ¿En serio?
- Sí, soy un topo.
- Tampoco es que hayas sido un lince antes. ¿Cuánto estás?
- 6.5 y 4.5
- Ah, como yo.
- ¿Qué? –mi corazón latió un poquito.
- Yo me operé, ¿no sabías?
- Para nada.
- Sí, hace tiempo.

¿Mencioné que me gustan los miopes? No sé si es parte de la imprimación de mi primer enamorado o mi narcisismo isomeral, pero entre las cualidades que me gustan en un hombre la miopía es una de las que más me enternecen.

Ese noche fue martes. En la semana seguimos hablando por Whatsapp y Facebook, y el sábado quedamos para una semi maratón de episodios escogidos de Evangelion en su departamento, previa parada en Wong para abastecernos de cerveza.

El departamento de Dom queda cerca a mi casa, en el último piso de uno de los edificios de Barranco que mira a la quebrada Armendáriz. Me hizo un pequeño tour del lugar, todo bonito y decorado mucho más a mi gusto que su fabulosa casa de San Isidro.
- Por si acaso –dijo, cuando entramos a su enorme baño con walk-in closet –aquí tengo otro cepillo de dientes. –Se agachó al aparador debajo del lavatorio y sacó un cepillo de dientes azul, todavía en su paquete.
Sonreí, consciente de la implicancia.
- Gracias.

Nos sentamos en el gran sofá de la sala, uno al lado del otro, cada uno con su cerveza. Dom me ofreció la mano izquierda, que tomé con mi derecha. Me sorprendió y me conmovió su gentileza; imaginaba que si iba a pasar algo (obviamente imaginaba que iba a pasar algo) iba a ser mucho más dominante de su parte, y no el gesto dulce que fue.

Poco a poco fuimos acercándonos más; yo me apoyé en su hombro, él me abrazó, yo me saqué los zapatos y subí los pies encima del sofá, él apoyó sus piernas en la mesa ratona.
- Me muero de ganas de besarte. –dijo, mirando todavía el televisor.

Acaricié su mentón con la punta de mi nariz hasta llegar a la mandíbula y le di un beso suave en el cuello. Cogió mi mentón con sus dedos y me guió hasta sus labios. Nos besamos, abrazados, recostándonos en el sofá. El capítulo terminó, la cancioncita de Fly me to the Moon cantada por una japonesita anónima terminó también. El súbito silencio nos sorprendió.
- No vamos a seguir viendo, ¿no? –dijo, sonriendo encima de mí.
- No creo.
- ¿Quieres que ponga música?
- Sí.

Se levantó, sus medias azules contrastando con la alfombra crema hecha de retazos de piel de alpaca.
- ¿Sugerencias? –preguntó.
- Fleetwood Mac.
- Spotify. –dijo. Bajé la mano y toqué la alfombra, suavecísima al tacto.
- Qué rica es tu alfombra.
- Sí, ¿no?
Movió los pies y sonrió inocentemente, como una oveja.

“Gypsy” empezó a sonar en su equipo, tan perfectamente calibrado que se sentía como si el sonido nos estuviera envolviendo. Regresó al sofá, echándose encima de mí con una sonrisa preciosa Nos caímos en cámara lenta hacia la alfombra, besándonos; su barba arañaba mi piel, su mano derecha aprisionaba mi muñeca izquierda por encima de mi cabeza, su mano izquierda detrás de mi cintura, mis dedos acariciaban su cabeza desde la nuca.

Hacíamos pausas, me arreglaba el pelo, se sacó la chompa y la mía (“levanta los brazos”, dijo, y por un momento pensé que me iba a sacar todo de un solo tirón, pero sólo mi chompa salió). Nos decíamos cuánto nos gustábamos y qué sorprendidos estábamos de lo que estaba sucediendo. Una media hora (o fácil dos horas después, no vi el reloj) nos separamos un ratito y nos miramos a los ojos.
- Tengo hambre. –dije, muy seria.
- Yo también. –respondió, igual de serio.
Estallamos en risas, él escondiendo su cara en mi cuello, yo abrazándolo con los dos brazos.

Fuimos a comer hamburguesas a un taller que queda muy cerca a mi casa, y después de haber acabado le dije que sería mejor que me fuera a mi casa. Caminamos de la mano por la calle, dándonos besos de vez en cuando, y fuimos al malecón a abrazarnos un ratito. Llegué a la puerta de mi casa a las 12 en punto, como cenicienta.

El sábado siguiente a ese era la fiesta de cumpleaños de Imago, y lo esperado era una reunión de la familia de trastienda, mi grupo de amigos. Por una u otra razón a lo largo del tiempo nunca había llevado a algún chico con el que estuviera saliendo a esas reuniones; en el momento había sido más por problemas logísticos, pero en retrospectiva me gustaba no haberlo hecho.

La mayoría de los hombres (Imago, Fenret, Loko, Caimán y los otros amigos de Imago) estaban jugando Smash mientras los otros miembros de la familia (Qaleidoscopio, su enamorado, Vikinga y yo) suplían las funciones que el anfitrión estaba demasiado distraído para cumplir. Dom iba a llegar después porque tenía una sala programada hasta las nueve de la noche, pero se apareció con un par de twelve packs de cerveza que lo hizo ser muy bienvenido en el torneo de la PC Master Race.

Después de dejar que gane y pierda un par de veces lo llevé a la cocina. Cortamos panes, pusimos chorizos recién salidos de la parrilla que Qaleidoscopio y su enamorado estaban manejando.
- Puede que no parezca, pero que estés aquí es un privilegio. –le dije en un momento.
- Sí lo sé.

La diferencia entre ese sábado de reunión íntima y la escena con la que me encontré en Cieneguilla era abismal. El fundo (no sé con qué otro nombre decirle) se veía a lo lejos, y el grupo de Dom estaba reunido en pequeños grupos de cinco o seis personas, cada uno con un trago preparado por un barman, un trecho muy largo desde mis amigos con cervezas jugando play en la sala de su casa.

Nos unimos al grupo de Gustavo, el mejor amigo de Dom. La conversación fluía ininterrumpida, convenientemente sazonada por indiscreciones de origen alcohólico que sólo se harían cada vez más frecuentes con el pasar de las horas. La honestidad y su hermana melliza la indiscreción son de las más peligrosas hijas adoptivas del alcohol y se encuentran especialmente presentes en grupos de amigos que se envidian secretamente.

Años antes las personas de ese círculo social me intimidaban, especialmente las mujeres perfectamente arregladas y conscientes de ello; ahora que muchas de su tipo eran mis pacientes lo que sentía era una honestísima indiferencia. El tema de conversación del momento era la dificultad de una de las enamoradas/esposas de los amigos de Dom para colocar los últimos dos cachorros de la camada que había tenido su perra, una Jack Russel Terrier de pura raza.
- Ya no sé qué hacer con las últimas dos. –dijo ella. Volteó a mirarme y un pensamiento la sorprendió. – ¿Tú no quisieras una?
- No gracias –dije. –Ya tengo a Rex. Es... –me interrumpí. – ¿Espera, las estás regalando?
- Sí.
- ¿Jack Russell Terrier?
- Sí.

Saqué mi celular de la cartera y busqué mi lista de contactos, Mary Condori.
- Yo no lo quiero, pero justo mi… –me volví a interrumpir, mirándola. –Voy a llamar, un ratito.

He de confesar ante ustedes hermanos que por un par de estúpidos segundos se me ocurrió a pensar en las reservas sociales que considerarían inapropiado que una cachorra finísima, controlada con ecografías en su embarazo y con collar de cuero hecho a medida fuese a terminar de mascota de una empleada del hogar en San Juan de Miraflores. Gracias a Dios recuperé el sentido lo suficientemente pronto para no sólo darme cuenta de que la perrita sería probablemente más feliz en San Juan de Miraflores, libre y capaz de hacer amigos en vez de restringida a una correa, sino de que de repente 1) el perrito de Mary ya había regresado a su casa o 2) ella no quería un cachorro de repuesto.

Mantuve mi celular en la mano un momento, mirando el paisaje, y me distraje con la sombra de un caballo negro que se veía a contraluz. Me acerqué a la verja que nos separaba, hecha de madera sin pintar; el caballo no me hizo caso alguno.
- Lindo, ¿no? –dijo Dom, acercándoseme con dos copas de vino.
- Hermoso. ¿Es para competencias? No parece de trabajo.
- No sé. ¿Quieres que le pregunte a Augusto?
- No. –volteé, sonriendo. –Quédate conmigo. –bajé mi mano derecha y Dom la cogió.
- ¿Te he presentado a mi papá? –preguntó.
- Nope.
- Debería.
- ¿Deberías? –Hacerme la tonta no me sale bien con un par de tragos encima.
Me miró con la certeza de quien sabe que está cogiendo una mentira. Tomó un sorbo de su copa, dejándome entender lo que no era necesario explicar.

Un mozo se nos acercó a decirnos que la parrilla ya estaba lista y súbitamente recordé que hacía menos de tres horas el primer insulto que había salido de su boca era cholo de mierda, y yo soy chola.

- ¿Te puedo hacer una pregunta incómoda? –dije.
- ¿Cuándo alguna de tus preguntas no ha sido incómoda?
Reí.
- Dale, pregunta. Tengo una idea de qué se trata.  
- Tú sabes que soy chola, ¿no?
- Eres trigueña, sí. –dijo, sorprendido. Aparentemente la idea que tenía no era la misma que yo.
- Trigueña, sí.
- ¿Por qué preguntas esto?
- Porque no le dijiste trigueño de mierda al que te cerró en la Vía Expresa.

Dom tomó aire, bajó la mirada y apoyó su copa en la verja. Pensé que se iba a quedar callado; el Dom de antes lo hubiera hecho.
- No quise ofenderte cuando dije eso. No pensé, no te consi –se cortó.
- No me consideras chola. –completé.
- Es diferente, el imbécil casi me choca.
- Sí sé, pero no le dijiste imbécil ni estúpido ni cojudo, le dijiste cholo de mierda. –respondí, con un tono de ligera decepción.

Guardamos silencio, pero nuestros dedos seguían entrelazados, nuestras manos unidas con la misma fuerza.

- ¿Tienes miedo de que haga lo que Leo hizo contigo? –preguntó Dom, rompiendo el silencio.
Me cogió desprevenida. Pensé unos instantes, sintiendo una sorprendente claridad.
- En realidad tengo más miedo de que hagas conmigo lo que hiciste con Mariana. –dije.
Sonrió, consciente de sí mismo.
- No creo que suceda. –dijo. –Específicamente porque yo no soy Leo y tú no eres Mariana.
- Cierto.
Apoyé mi cabeza en su hombro y pasó su brazo por encima.
- ¿Quieres, Gabriela, estar conmigo, Dominic?
- Sí.

Esa fue la primera vez que alguien me preguntó si quería ser su enamorada. Sí, yo sé, he tenido enamorados antes, pero la determinación de nuestra situación nunca había sido en forma de pregunta; la primera vez me gritaron, la segunda me informaron, y las dos relaciones estables que tuve después fueron tácitas, en esa indeterminación resbaladiza que me hacía sentir permanentemente insegura. Las palabras y la formalidad que conllevaban tenían un peso muy valioso para mí.
- Mañana te recojo a la una. –dijo. Miró mi chompa, como si recordara algo. – No me contaste qué pasó con la blusa rosada.
- Mary casi la quema.
- ¿Mary?
- Mi empleada.
- ¿Así? ¿Qué le dijiste?
- Nada. –tomé un sorbo de vino. –Estaba teniendo un mal día. Se le cayó el pyrex de mi mamá, se cortó el dedo mientras estaba cortando la carne…
- ¿Y no le dijeron nada?
- No, es que está triste, antes de ayer se le escapó su perro.
- Pero eso no es motivo…
- Estaba llorando mientras lavaba la ropa. No te pases, si Rex se perdiera yo también me pondría así.

Dom hizo una mueca que asumo que quería ser de empatía y yo levanté su mano para darle un beso.
- La esposa de Augusto tiene un par de cachorras que le sobran. –dije.
Dom chuckled; sí, sorry por el Spanglish pero no puedo encontrar una palabra exacta para definir la risa corta que no es sonrisa pero tampoco carcajada ni risa risa.
- Me parece una excelente idea. –dijo, con la misma mirada de niño rico consentido que le conocí en el pabellón.

Le di un beso en los labios y saqué mi celular. Mary no contestó a la primera (me mandó a buzón de voz) pero en el segundo timbrazo de la segunda llamada escuché su voz aguda.
- ¿Sí Grabielita?
- Mary, ¿ya has conseguido un nuevo perrito?
- No, Grabiela, todavía estamos buscando.
- Una de las amigas de mi enamorado –esa frase sonó increíble –tiene una cachorra que está regalando. Es hembra, y es pequeña, no va a crecer mucho. ¿La quisieras?
- ¡Ay Grabiela! Gracias, muchas gracias, te lo voy a agradecer.
- Perfecto. Conversamos el lunes.
- Muchas gracias, Grabielita. Que el Señor te bendiga.
- A ti también Mary, cuídate, nos vemos.

Colgué, metí de nuevo mi celular en la cartera y le di un beso en el hombro a Dom. El atardecer estaba llegando sin el dramatismo de las nubes naranjas del verano, pero de todas formas la luz dorada del sol que se escondía hacía que el paisaje se viera hermoso.

- ¿Todo esto es de Augusto? – pregunté, señalando la vista con la cabeza.
- De su papá, sí. Enorme, ¿no?
- Sí… es increíble. Deben tener muchísimo dinero.
- Yo también. –respondió, una sonrisa autosuficiente. –Y soy hijo único.
- Lo sé.

Regresamos al grupo y comimos la parrillada, que estaba excelente y sabía aún mejor porque Dom me dio de comer cada bocado. Me enteré de detalles de la vida privada de personas desconocidas, tomé una cantidad indeterminada de copas de vino, consecuentemente fui más de dos veces al baño (que era muy elegante y estaba ecuestremente decorado) y a eso de las diez Dom me apretó la mano, comunicándome que ya nos íbamos. Me despedí afectuosamente de todos mis nuevos conocidos, especialmente de María Fe, la esposa de Augusto, porque habíamos quedado que Dom iba a recoger a la cachorra el lunes.

Ya estábamos a mitad de camino en la manejada de vuelta a Lima cuando puso pausa en su música.
- Pon lo tuyo. –dijo, desconectando su celular.

No existe el hombre perfecto. Su gusto en música es excelente para una fiesta de sábado en la tarde en la playa y no está nada mal para cantar en el carro, pero de vez en cuando me gusta escuchar indie o recordar mi pasado affair gótico - metalero. ¿Pido mucho? Probablemente.
- Siempre he pensado que te gustan cosas raras. –dijo, mientras conectaba mi celular.
- Tienes mucha razón.

Puse The Killers, Mr. Brightside. Quería ir despacio; ya habría tiempo para el metal industrial alemán.
- Poooota qué buena canción… –empezó. –Pensé que ibas a poner un huayno para matarme un poco.
- ¿Qué?
- Nada, nada, me encanta esta canción, hace años que no la escucho.
- Acabas de ponerme en jaque.
- ¿Por qué?
- No tengo ningún huayno aquí.
- ¿Ah no? –dijo, haciéndose el sorprendido. – ¿Ni música criolla?
- Eva Ayllón, creo. –cogí mi celular y busqué “Eva”. Eva Ayllón, Evanescence, Evans the Death.
- Un año en Pomabamba y ni un huayno. –dijo, con un poco de sorna; asumo que se sintió reivindicado. – ¿Tienes algo de Grupo 5?
- No. Sé que el hermano menor fue a Berklee e hizo que su orquesta sinfónica tocara la música de Grupo 5.
- Ala mierda, ¿en serio?
- Sí.
- ¿Dónde te enteraste?
- El Panfleto. –un pasquín SanchezCerrista de antropología práctica experto en meter el dedo en la llaga urbano marginal peruana.
. ¿Te sabes la letra de esta? He takes off her dress, now, let me go… –empezó a cantar.
- And I just can’t look, it’s killing me and taking control. –seguimos los dos juntos.

Cantamos a voz en cuello, el camino libre, acercándonos a la noche de cielo rosado limeña. Sonreí y reí, mi corazón henchido de felicidad; me di cuenta que ese momento, los dos en el carro, era uno de los momentos que iba a recordar el resto de mi vida.

Cuando Mr. Brightside terminó desconecté mi celular y conecté el suyo.
- Pon Grupo 5. –dije.
Sonrió y no dijo nada. Tampoco necesitaba hacerlo.

Metal industrial alemán; tengo varios amigos alemanes que ni siquiera saben que existen esos grupos en su país y se saben la letra completa, en español, de La Camisa Negra. Asumo que por eso somos amigos: el que considero mi refinado gusto es sumamente ignorante de la realidad mucho más cercana que me rodea.

Mientras Dom cantaba con bastante sentimiento una estrofa (es bien afinado, de verdad canta bonito) me acordé de un documental que había visto hacía años, Sigo siendo. Es sobre la música tradicional peruana, selva, sierra y costa, norte, centro y sur. Había un violinista excelso cuyo trabajo de día era heladero; me acordé que había pensado que de repente lo había visto alguna vez en los caminos de Lima, y jamás habría reparado más de un segundo en él. Probablemente si me hubieran pedido una opinión en frío no se me habría ocurrido que un personaje tan anodino podría ser capaz de tal belleza.

Miré fuera de la ventana, buscando a las personas que nos rodeaban, los pasajeros de micros regresando cansados a sus casas o tal vez saliendo a trabajar la noche. ¿Qué canciones escuchaban ellos? ¿Cuáles eran las letras que cantarían con sentimiento? ¿Qué escucha Mary cuando escucha música, por ejemplo? ¿Con qué canción llora? La mujer pasa siete horas de lunes a sábado en mi casa hace siete años y ni siquiera sé cuál es su grupo favorito.

Llegamos a mi casa y Dom estacionó frente a mi garaje. El imbécil del Audi blanco de al lado estaba a punto de estacionarse bloqueando mi garaje, como hace a menudo, pero al ver la camioneta Porsche retrocedió y se estacionó en su lugar.
- Sana y salva, en la puerta de tu casa. ¿Te acompaño?
- Hoy no. Mañana.

¿La verdad? Sí, quería que fuera especial y todo pero digamos el 80% de mi negativa tenía que ver con que no me había depilado.  

- O.K. Mañana te recojo a la una. Y después vamos a mi casa.

Sonreí de manera cómplice y lo besé con ganas; fue difícil no decir a la mierda, que entrara, pero sólo tenía que esperar medio día más.

No voy a entrar en detalles, pero la (cortísima) espera valió absolutamente la pena y mucho más.
Miré fuera de la ventana, buscando a las personas que nos rodeaban, los pasajeros de micros regresando cansados a sus casas o tal vez saliendo a trabajar la noche. ¿Qué canciones escuchaban ellos? ¿Cuáles eran las letras que cantarían con sentimiento? ¿Qué escucha Mary cuando escucha música, por ejemplo? ¿Con qué canción llora? La mujer pasa siete horas de lunes a sábado en mi casa hace siete años y ni siquiera sé cuál es su grupo favorito.

Llegamos a mi casa y Dom estacionó frente a mi garaje. El imbécil del Audi blanco de al lado estaba a punto de estacionarse bloqueando mi garaje, como hace a menudo, pero al ver la camioneta Porsche retrocedió y se estacionó en su lugar.
- Sana y salva, en la puerta de tu casa. ¿Te acompaño?
- Hoy no. Mañana.

¿La verdad? Sí, quería que fuera especial y todo pero digamos el 80% de mi negativa tenía que ver con que no me había depilado.  

- O.K. Mañana te recojo a la una. Y después vamos a mi casa.

Sonreí de manera cómplice y lo besé con ganas; fue difícil no decir a la mierda, que entrara, pero sólo tenía que esperar medio día más.


No voy a entrar en detalles, pero la (cortísima) espera valió absolutamente la pena.

miércoles, 1 de julio de 2015

Soundtrack 2015 - Q2

La última (y primera) vez que hice un Soundtrack Q2 bien hecho (hace cuatro años) también fue de un Q2 lleno de cambios, no todos necesariamente buenos o bonitos. He intentado por lo menos siete veces escribir una oración que esté a la altura de la anterior, y aparentemente no puedo. Es simple: ¿qué más decir? Las cosas han cambiado. Ha sido difícil, ha dolido, y elegí ser feliz a través de todo. Sin más preámbulos he aquí el Soundtrack 2015 - Q2, o cómo sonó mi vida en ese momento.

1) Roads Untraveled - Linkin' Park
'Cause the love that you lost,
wasn't worth what it cost,
and in time you'll be glad is gone. 



2) Emoticons - The Wombats
We crave the fiction when we need the truth. 

3) Drifting - On and On 
And if I stayed, I couldn't help but lay awake
'Cause it's not you, it's just a dream
It's only fake.

Just gotta leave, I gotta leave.


4) Brandon Flowers -Still want you
I met you 10 years ago, and i still want to know you.
I've talked with you more than i've ever talked with anybody, and i still wanna talk to you.
We've grown close, we've grown apart, but we are still who we are.
I still want to you be a part of my life, and i still want to be a part of yours.


5) Gemini - Lost Lander


6) The only thing worth fighting for - Lera Lynn
Change will come to those who have no fear,
but i'm not her, you never were the kind who kept the rulebook near
Weren't we like a pair of thieves? Tumbled locks of broken codes
you can not take that from me, my small reprieves, your heart of gold
Weren't we like like a battlefield? Locked inside a holy war,
You're loving my do diligence, the only thing worth fighting for.



7) Fade out lines - The Avener


8) La curiosidad - Maluma
La nota de curiosidad reggeatonera contemporánea en un trimestre que no me ha visto bailar fuera de mi cuarto, aunque tampoco necesité hacerlo.


9) Easy way out - Other lives


10) Every Good Boy Does Fine - Owel


11) Every kind of way - The Jungle Giants


12) Evie - Last Dinosaurs


13) Lonely boy - The Avener (The Black Keys cover)
Lo sentía en los poros de mi piel, en lo más profundo de mis músculos. El coraje se acumulaba, clarísimo, la ausencia completa de miedo que sólo es posible cuando ya no se tiene nada que perder.
- I got a love that keeps me waiting. -dije, susurrándole al universo.
El Universo, entretenido, respondió.


14) I of the Storm - Of Monsters and Men
Are you really gonna love me when I'm gone?
I fear you won't.
I fear you don't. 



15) Fandango - Ham Sandwich


16) Found you - Django Django


17) Good for you - Cirva Waves


18)  Hallucination - Amarante


19) Shake it out - Florence + The Machine
Pero la piedra era fría y no tenía alma, y de una sola ola el mar la hizo estallar. Miré por unos segundos y luego cerré los ojos. Ya no habían olas que chocaban contra mi cuerpo, porque había vuelto a ser una con el mar.


20) L'amour est un oiseau rebelle - Georges Bizet, magistralmente cantado por María Callas
Sábado en la mañana, sólo por Carmen levantada a esa hora en la Bioferia de Reducto. Compramos, paseamos, chismeamos y cocinamos mientras ella intentaba enseñarme a ser una buena ama de casa y yo bailaba tamborileando mi latita azul de Nivea como si fuera castañuelas. Te quiero, papafrita. Y sé que tú también.


21) I saw a Ghost - The Slow Readers Club


22) Dumb - KOPPS


23) Elevator - Eddi Front
- Déjame ayudarte -me dijo.
- Prefiero el dolor -respondí.
Vi el desconcierto en su cara, y lo que pareció ser dos lágrimas.
Pero no me dio pena.


24) Just in time - Nina Simone
Inti Raymi. El día en el que la que se suponía que iba a ser mi vida se derrumbó. Se veía venir, mi corazón nunca había estado en ella, pero dolió de todas formas, y no sólo a mí.
Es difícil decepcionar, es difícil y duro y doloroso tirar por la borda todas las oportunidades que con tanto esfuerzo me fueron dadas, una desagradecida mentirosa e irresponsable. Pero prefiero que haya pasado ahora que más tarde. Y si bien ése era un hermoso sueño, no era mío; no eran mis alas, y no era mi cielo.
"It's only after you loose everything that you are free to do anything." - Tyler Durden


25) Emily - San Fermín


26) Choca - Plan B
Los primos del Clan Romo dispersándose entre camas, jardines, parques y panaderías, compartiendo ADN mitocondrial y un gusto muy decidido por la fotografía.
(pondría el videoclip, pero 1) es demasiado explícito para mi gusto y 2) no particularmente apropiado para su status de Soundtrack de mis domingos con primos)

27) Fiesta - Joan Manuel Serrat
Estaba en la cocina con mi mamá, a punto de pasear al perro mientras ella cortaba vainitas. En la televisión Alastair Sooke describía con precisión sensual lo que habría sido una fiesta en la "villa" de Adriano, rodeados del arte más exquisito y el más completo libertinaje romano, todos juntos y hermanos en el vino y otras delicias. Me puse a pensar cuán profundamente egalitaria sería una de esas fiestas, en las que se abandonaban los egos para convertirse todos en uno. El Soundtrack perfecto sería esta canción.