Perra, puta y variaciones (qué incendiaria manera de empezar un párrafo) es el longevo y aún vigente bastión sobre el cual las mujeres son insultadas. Despiadada, mentirosa, ladrona o asesina no se acercan siquiera tanto en frecuencia como en potencial de daño. El único otro insulto que más o menos se compara es decir que una mujer es una mala madre; como acotación interesante, “asesina” toma una connotación impresionantemente negativa cuando se adjunta a la palabra “bebé”.
El resultado es simple: lo peor que una mujer puede ser es puta y mala madre, con puntos extra si es que se ha practicado alguna vez un aborto. Ahora volteemos el plato un momento: ¿lo peor que puede ser un hombre es puto, mal padre, cómplice o instigador de un aborto? No, ¿no? Es muy diferente.
La moral de los hombres pendejos suena a un oxímoron, pero un amigo (que ahora está comprometido para casarse) una vez me lo explicó así: si tienes una llave que abre muchos cerrojos, esa llave es excelente, ¿no? Pero si tienes un cerrojo que muchas llaves pueden abrir, no es un buen cerrojo. Es lo mismo con las mujeres: si hay un hombre que puede acostarse con varias, es un maestro; si le damos la vuelta, digamos que la mujer no es llamada maestra.
Realidades sociales, económicas y hasta biológicas existen para excusar este razonamiento, y el momentum social ha cambiado lo suficiente como para permitir que las mujeres puedan comportarse hasta cierto punto como los hombres. Es una victoria parcial, y la celebro (sin ella no podría estar escribiendo esto) pero de ninguna manera me parece que sea razón para dejar de luchar.
¿Qué quiero ganar? Bueno, mi punto es poco ortodoxo y bastante excéntrico, como suele ser. Quiero ganar el derecho a que una persona, mujer u hombre, sean malos en la misma manera. Quiero que lo peor que se pueda decir de una mujer sea que es una mala persona, no que tuvo sexo con muchos hombres; quiero que cuando se diga de un hombre que es un mal padre sea igual de escandaloso y tenga el mismo estigma social que cuando se dice que una mujer es mala madre.
La sexualidad de una mujer no tiene fundamentalmente distinto valor que la de un hombre. Un hombre pendejo no ha ganado más teniendo sexo con muchas mujeres que lo que una mujer pendeja gana teniendo sexo con muchos hombres. No somos cerrojos ni llaves.
Somos personas.
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