Usualmente no hablo de política en mi blog: generalmente lo dejo para mis historias semi-ficticias (o semi-reales, según se vea), para algunas catarsis o para propósitos literarios varios en general. Pero hoy día no voy a hacer eso; hoy día voy a hablar de la política que me ha tocado las últimas semanas, en algo que podría parecer muy trivial: la destrucción de los murales del Centro de Lima hecha por Luis Castañeda Lossio.
Luis Castañeda Lossio es el alcalde electo de Lima. Ha sido alcalde antes y sus gestiones han estado caracterizadas por una aparente prolífico y ambicioso entusiasmo por las obras, todas debidamente bautizadas y marcadas con su autoría. En esta nueva empresa suya ha sido un poco más tímido con sus nunca suficientes hitos y autopropaganda, pero no pudo resistirse a firmar con su color favorito. Nos queda claro.
Esta es mi evidencia del más vistoso crimen que está cometiendo en Lima. Estamos siendo robados. Cuando una persona entra a una casa y se lleva los cuadros que la decoran esa persona es un ladrón, y la acción es un crimen que se denomina robo. Nos dimos dado cuenta y protestamos. Esta fue su respuesta:
Hay que aceptar que la gestión de nuestro actual alcalde tiene un sentido de lo dramático. ¿Qué mayor defensa que culpar al gran cuco del Perú, Sendero Luminoso? ¿Qué mayor insulto para uno de nuestros dolores más profundos como país que comparar pintura en la pared con gente muriendo despedazada, madres caminando días para reconocer los cuerpos de sus hijos, coches bombas matando a indefensos inocentes? Esto no es solamente estúpido e insensible. Es peligroso. Como lo dice muy bien el artículo
¿Por qué esta gestión es la que maneja la Municipalidad de Lima? ¿Por qué su líder es nuestro alcalde? Luis Castañeda Lossio y su partido, capaces de involucrar a Sendero Luminoso por el miedo que les producen unos cuantos murales, son la autoridad máxima de esta ciudad. Y Luis Castañeda Lossio llegó al sillón municipal porque nosotros lo pusimos ahí. Somos cómplices en el crimen, y este es nuestro castigo.
Perdimos como ciudad. Estamos sufriendo las consecuencias de nuestras acciones. Pero eso no significa que no podamos empezar a actuar mejor. El primer paso lo tenemos que dar nosotros mismos: tenemos que empezar a respetarnos como ciudad y respetarnos como ciudadanos. Si un gobernante es el reflejo de los que lo eligieron, tenemos que ser mejores nosotros mismos. Si nos respetamos los unos a los otros el alcalde que llegue al poder nos respetará como ciudad.
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