Ayer tomé una siesta en la tarde y tuve una pesadilla. Soñé que estaba tirando una moneda al aire, haciéndole preguntas. ¿Me voy a casar? ¿Voy a ser feliz? Cruz, cruz. ¿Voy a quedarme sola? Cara.
Me desperté llorando; había una moneda de 5 soles en mi velador. Abracé mi almohada deseando que fuera alguien y miré a la moneda como se mira a un enemigo. Tenía tanto amor en mi pecho y mi almohada era lo único a lo que podía dárselo.
Cerré los ojos intentando imaginar; canté una canción y confesé cariño, respondí preguntas hipotéticas. Me sumergí en mis ensoñaciones rechazando al mundo real.
Me acaricié la cara deseando que fuera otra mano y no la mía. Masajeé mi rodilla deseando con toda el alma que lejos otra piel la pudiera sentir; me apoyé en la almohada de nuevo y la humedecí de mis lágrimas.
Quise decirle que era mi luz del sol. Que la noche larga había terminado y que él había amanecido en mi cama. Pero estaba sola en mi cuarto de Pomabamba, y una maldita moneda me había dicho que no iba a ser feliz.
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