Tengo miedo porque estoy viva.
Desde que colgué el teléfono el 31 de diciembre del año pasado hasta ahorita he tocado un solo de inseguridad y he decidido no adormecerlo con ningún método. He estado consciente y alerta, atenta a mis sentimientos, recogiendo mis riendas para no irme cabalgando hacia algún lado lejano, huyendo de mi realidad.
Tengo miedo y he decidido sentirlo porque la razón por la que lo siento es que me importa muchísimo.
Es difícil entregarse de esa manera a la vulnerabilidad, pero es necesario. Por lo menos para mí lo es. Estoy respirando profundamente mientras pasan los minutos y las horas hasta que tenga una respuesta concreta, una respuesta en la que pueda confiar aunque sepa que siempre se pueden quemar los panes en la puerta del horno. Tengo miedo y sin embargo estoy aquí, esperando; tengo miedo porque me atreví a pedir lo que quería.
Y prefiero con mucho tenerle miedo a un "no" que no tener la esperanza de un "sí".
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