La disciplina, de alguna u otra forma, me había hecho leal a mí misma. No había avanzado, pero tampoco había retrocedido. ¿Tal vez esa era una forma de avance? Seguía con los ojos rojos, como si alguna vez hubiera servido de algo. Había estado pensándolo ya algunos días, pero todavía no lo había hecho. Y entonces sucedió.
Fue casi como un hechizo. Me rendí, no necesariamente esperando algo, entregando mi cuerpo y mi alma como arcilla, dispuesta a ser lo que el Universo quisiera hacer de mí. Lo sentía en los poros de mi piel, en lo más profundo de mis músculos. El coraje se acumulaba, clarísimo, la ausencia completa de miedo que sólo es posible cuando ya no se tiene nada que perder.
- I got a love that keeps me waiting. -dije, susurrándole al universo.
El Universo, entretenido, respondió.
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