martes, 28 de septiembre de 2010

Otra vez

Sí, la dieta de una gordita ha regresado a la vida. Porque... me voy a Iquitos en dos meses y en tres vienen mis amigos David y Maxim Gurki de Middle Earth, a pasar enero en el malecón. Si bien mi imagen corporal ante la promoción me importa... mucho más me importa mi imagen ante esos dos elfos.

Y la dieta, la dieta. Se fue un poco al carajo la dieta porque hoy no hice ejercicio y me volví loca en la cocina sin saber qué hacer. Se suponía que iba a escribir el viernes para comentar mi gran esfuerzo y éxito, pero me conozco y sé que no lo voy a hacer. Nunca la inspiración es tan perfecta como cuando tengo exposiciones o exámenes.

Estaba leyendo los antiguos posts y algunos otros blogs que me gustan. Me parece sintómatico que no me guste ningún blog peruano, pero también es bastante obvia la aversión que le tengo a ese concepto muy peruano (latino también?) de la nacionalidad como una ambivalencia entre el orgullo de la propia cultura y el racismo evidente que mora muy tranquilo en el centro de la identidad. Gastón es blanco. Mis amigos también.

En fin, el propósito del anterior párrafo era... era. Era que toda esta experiencia... ya fue, se me fue la idea. Paso a comentar mi último escarceo con una relación, sobre el cual escribí un par de mails.

El pata es estadounidense, perfectamente congruente con mi evidente afición a relacionarme con personas de otro lugar. Infectólogo, treinta años, negro, ligeramente subido de peso. No puedo evitar de una manera u otra sentir un tinte racista en mi rechazo hacia él. Sin embargo, si la misma historia hubiese pasado con un chino o un blanco rojo y saludable estoy segura que el final habría sido el mismo: yo despidiéndome única y exclusivamente por cortesía, rechazando así su patético pedido de regresar a su hotel con él.

Me dio miedo y se lo conté a mi nuevo juguetito de Internet. Ah, no había escrito sobre el juguetito: se llama... mejor no digo su nombre y es egipcio. A falta de un Pon Pon es un político. Lo conocí ese día en el aeropuerto de Middle Earth en la cola para comprar mi ticket de tren hacia Lórien. Fue amable e interesante, y le dejé mi msn para algún día conversar. La primera vez que me habló me preguntó inocentemente si había probado la cerveza bávara. Le dije que estaba viviendo en una ciudad de Bavaria ese mes y no volvimos a hablar gran cosa hasta el Mundial.

Me preguntó por qué Perú no estaba en el Mundial y yo le respondí que comparándose con el futbol sudamericano, el fútbol peruano era malo. No sé cómo siguió la conversación, pero estoy segura de que fui yo quien la guió, seductora veterana en las trincheras de hacer que un hombre a miles de kilómetros se enamore de mí. Eventualmente quiso venir a visitarme (actualmente trabaja en Arabia Saudí) y, tras un momento de flaqueza y gracias a la conchudez de mi par de elfos visitantes, retiré la invitación para enero.

Quiso venir a un tour por sudamérica en marzo, y aunque volvió a intentarlo y yo a aceptar, pude desembarazarme graciosamente con un mail que declaraba mi miedo hacia la posibilidad de enamorarme de él en esa semana de amor y luego romperme el corazón con su partida. Los resultados dicen que fui lo suficientemente melodramática como para que su idea de venir a verme en algún momento no volviese a rondar por su cabeza; además, la dosis fue tan perfectamente adecuada como para que después de unas semanas y un muy calculado "i miss you" lo pusieran de nuevo en uso, disponible para mis horas de conectada soledad.

Justo el día del infectólogo tuve una conversación con él, en la que llevé mis riendas un poco más allá de la cuenta (bastante) y logré que de forma muy natural hablase de mí como su esposa. Después del comprensible sentimiento de victoria me sentí mal, especialmente porque en realidad no siento nada por él. No me gusta físicamente, me parece interesante intelectualmente y no me resuena absolutamente nada a un nivel emocional. Es más, por mucho que hemos tenido conversaciones sobre eso, no tengo ningún deseo de tirar con él. Lo utilizo, es obvio, y quisiera pensar que me utiliza también. Sin embargo mi narcisismo puede más y me siento culpable.

Yo creo que la culpa es al dolor como lo ajeno es a lo propio. Sentimos dolor cuando algo nos hace daño, como un mecanismo de alerta para alejarnos de eso. Para mí la culpa es un mecanismo de alerta que nos dice que estamos dañando a alguien más. Recordando mi comportamiento desde que se inició la etapa de relaciones de mi vida (allá cuando mi Elfo con Lentes vino de Rivendel) mi actitud hacia las relaciones ha sido la mayoría de veces inmoral. He intentando (y la mayoría de veces tenido éxito) manipular cada la situación en la que me sabía querida y reconocía la falta de reciprocidad de ese cariño en mí. Y en la etapa en la que el otro recuperaba en control me he arrastrado de maneras indignas, perfectamente consciente que sufría por alguien a quien no quería en realidad.

Con Ícaro fue así. Fui asquerosamente egoísta aún en el momento en el que parecía más dependiente de él. Fui egoísta desde el inicio, seduciéndolo en pos de terminar con una soledad que no quería (ni podía) aguantar más. Maté insensiblemente sus primeros intentos de establecer intimidad conmigo y después me quejé como una necia de la falta de conexión emocional que tuvimos. Si bien no todo fue malo (viví con él momentos muy felices que guardo con mucho cariño), empezó mal y por tanto terminó mal. Al final estaba dispuesta a empeñar mi orgullo con tal de escapar a la temida soledad.

Y es que es difícil vivir con ella, y es más difícil vivir sin ella también. Con el trascurso de los años me he ido convenciendo que no es ella quien me persigue, sino que es al revés. Que la busco como aliada en una resistencia que lleva varios años y que va a demorar unos más en terminar. Como le escribí ayer al juguetito, estoy soltera, soy soltera y estoy comprometida con mi soledad. He aceptado que lo más probable es que no tenga una relación y que debo lidiar con las consecuencias de mis decisiones y los objetivos que me he trazado.

Creo que Pon Pon fue el único al que amé de verdad. Pero hoy que escuchaba la canción de Eminem con Rihanna "love the way you lie" pensé que había una gran posibilidad de que si hubiésemos estado esa hubiese sido nuestra historia. Entre su constante redescubrimiento y mi cojuda perseverancia habríamos encontrado lo más infernal en el alma del otro, demasiado parecidos y apasionados para vivir en paz. Todavía pienso en él, pero ya no miro a vielleicht. No sé si haya muerto o siga viva; no creo que sea bueno saberlo tampoco.

Terminó con la enamorada, aparentemente. Ya me había borrado del Facebook hace tiempo, antes de estar con la enamorada, justo después de ese escrito que publiqué en mi perfil y en el que no estaba taggeado pero que sabía que era para él (también porque yo se lo mandé). Mientras el tiempo pasa y su recuerdo se diluye no puedo dejar de pensar que, bien mirado, él fue mi primer amor.

Me pregunto cuándo volveré a enamorarme y si para hacerlo tenga que bajar de peso, como evidentemente creo que debo hacer. Me voy a mi cuarto a escuchar música y bailar en la oscuridad.