domingo, 14 de julio de 2013

La Prostituta


Soy una prostituta. Me vendo, casi todos los días, a una sociedad que pretende usarme y que no me acepta si no cumplo con sus estándares estéticos. No importa que sepa escribir, que sepa pensar, que sepa abrir la puerta para jugar. Importa que me vista. Importa que me peine. Igual existe Google, y correctores ortográficos.

Pretendo seguir vendiéndome. Ya lo he hecho un buen tiempo y cada vez me sorprende menos. A veces, claro, encuentro de reojo mi imagen en un espejo y me asusto, preguntándome si esa soy yo. Si en esto me he convertido, si hasta este punto he renunciado. Pero sigo adelante. Lo que ellos tienen, yo lo quiero, y lo que yo tengo, ellos lo quieren. Es un contrato. Ya lo firmé.

Las veces que digo esto, lo que soy, la gente se escandaliza. Me tildan de anárquica; aunque no llegan a articular la palabra por carecer de léxico, explican bastante bien el concepto. Me predicen un final en el mediocre exilio de esos que hacen lo que les da la gana y no llegan muy lejos. Me dicen inmadura, rebelde sin causa, y yo les pregunto si no parece triste que una analfabeta en la práctica gane más que una que piensa y pregunta. Me responden que esas analfabetas me dan de comer, no sólo a mí sino a muchos más en el mundo. Y yo lloro, y bajo la cabeza, y sigo con lo mismo.

No soy pura. No resistí. He sufrido demasiadas derrotas, y no tengo el valor de seguir luchando. Me encuentro a veces asintiendo sin que nadie me obligue, intentando calzar en un zapato que sé que me dolerá a los tres pasos. El desprecio fue su arma. Y yo no fui lo suficientemente fuerte.

Sé que es mi culpa. Sé que si hubiera tenido el valor suficiente hubiese roto las cadenas hace tiempo, pero estuve demasiado cómoda, fui demasiado floja. Mi única esperanza es que llegue un momento en el que pueda hacer algo para cambiar las reglas, pero temo que cuando ese momento llegue ya me haya vendido tanto que quede demasiado poco de mí. He aprendido a querer las cadenas que me impidieron volar.

Eso no quita que de vez en cuando recuerde el cielo y llore por él.