miércoles, 18 de febrero de 2015

Miércoles de ceniza

Hoy empieza la Cuaresma. Y ayer tuve una mala (si bien justificada, y tal vez parcialmente esperada) noticia.

Siento de alguna manera que esto me cae muy precisamente. Naturalmente ahora tengo 40 días y 40 noches para practicar el ayuno de cosas que si bien me dan un placer momentáneo, ya están causándome daño. Quiero darme este tiempo, quiero darme esta pausa y recuperarme, descansar profundamente y reparar lo que sí puede ser reparado pero que requiere rigor, trabajo y tenacidad.

Este va a ser el primer ejercicio formal de la disciplina que he estado ejercitando desde las primeras horas del año, y estoy preparada.

Leave the games behind. 
Let real life begin. 

sábado, 14 de febrero de 2015

(Autoindulgencia Valentina)

- A ti siempre te gustaron los cabrinchis. –dijo Oaks.
- No es cabrinchi. –respondí. – Tiene una masculinidad relajada.

Oaks me miró con escepticismo y e hizo el gesto de un besito con estudiada condescendencia, pero después parece que mi descripción caló un poco en él.
- Claro, es más relajado.
- En realidad yo lo siento más verdaderamente masculino.
- ¿Sabes quién tiene también una masculinidad relajada? El Basquetbolista.
- Sí, tienes razón. A mí me encantaba el Basquetbolista. Desde primero creo.
- Eres obvia.
- Siempre he sido obvia. –sonreí. –No me va mal.

El hombre del que estábamos hablando estaba relativamente cerca, tomándose una chela. En sus ojos brillaba una moderada desinhibición, y en su cara guapísima se había relajado el aura de inseguridad que tan a menudo parece controlarlo.

- ¿Es oficial? -preguntó Oaks.
- Somos amigos.
- ¿Estás jugando con fuego?
- No. –dije, y era verdad.
- ¿La disciplina? –preguntó Sean, con una nota de sorna en la voz.
- La disciplina. –respondí yo, haciendo la que no me daba cuenta.
- Si pudieras tirártelo te lo tirarías. –dijo él, intentando bajarme de plano.
- Puedo tirármelo, y no lo hago. Dale crédito a la disciplina.
- Flaca, la última vez que me dijiste eso…
- Broder, la disciplina es un proceso, no es que de un día para otro me vuelvo la persona más disciplinada del mundo. Y no es lo mismo. ¿O sí?
- No sé. Es tu roche. –dijo, mirándome con intención.
- ¿Mi tira y afloja? –solté el anzuelo.
- Exacto. –picó.
- Bueno, el tira y afloja no es divertido si uno solamente tira y el otro solamente afloja.

Lo miré a los ojos y no dije lo que ambos sabíamos, la cuidadosa danza que hemos estado llevando muy advertidamente el uno alrededor del otro, siempre conscientes de la imposibilidad de que alguna vez llegue a consumarse. Oaks se levantó del sillón y yo lo seguí.

Sean es el último de la sucesión de hombres que tienen enamorada y de alguna u otra manera parecen encontrar placer en relacionarse conmigo. Todo el mundo tiene enamorado en esta época y yo soy una excepción cada vez menos inesperada, pero realmente es notorio (divertido a veces, no lo voy a negar): me he convertido en el fuego hacia el cual los bichitos revolotean.

- ¿Qué pasa con Sean? –me preguntó Oaks, ya lejos ambos de él.
- No sé, nada.
- Tiene enamorada.
- Yo sé. No me gusta.
- Mejor. –dijo. No tenía por qué saber.
- ¿Sabes con quién salí el otro día? One. –cambié de tema.
- ¿One, el de tu cumpleaños?
- Bueno, sí, nos hemos visto bastantes veces más que en mi cumpleaños, pero One, sí.
- ¿Y qué tal?
- Interesante. Su enamorada le prohibió volver a verme.
- ¿Qué?
- Te cuento.

La historia va así: One (su nombre hecho onopatomeya) es un amigo/conocido de varios años, con quien los últimos dos años he salido varias veces, siempre en plan de amigos. Hace poco me dijo para ir al cine bajo las estrellas en el parque Reducto, una actividad que ya habíamos hecho un par de veces antes. Como dato adicional importante (indiscreciones aparte) su enamorada me odia.

- ¿Pero sabes por qué te odia? –preguntó Oaks.
- Ni idea. ¿La conoces?
- Claro. Te cuento.

La enamorada de One estudió en la misma universidad que Oaks, Qaleidoscopio y yo, no Medicina sino otra carrera. Aparentemente su tirria hacia mí nace de ahí. Ahora bien, ¿cuán extraño es que Oaks sepa más sobre la enamorada de mi amigo que yo? El mundo es muy pequeño. Igual, lo importante es que a pesar saber que su enamorada se siente así respecto a mí, One me dijo para salir y yo le dije que sí.
La película (¡peliculón!) era “To kill a mockingbird”, penosamente actual a pesar de todos los años que han pasado desde su estreno. Después de la película One y yo nos fuimos a comer un par de tacos siguiendo la tradición de veces anteriores, conversando a un nivel intelectual alto y velocidad rápida, un placentero boleo de ida y vuelta.

¿Qué decir? Era evidente que íbamos a llegar a ese tema específico. ¿Qué hacía él ahí? ¿Qué había hecho en la pizzería el pasado Agosto en la noche, cuando esa misma mañana su enamorada había amanecido en su cama? ¿Prefieres ser bueno o ser preciso? ¿Serle fiel a otro, o a ti mismo? One hizo la brillante observación de que los impulsos no son necesariamente verdaderos pero su especialidad es hacerte creerlo.
- ¿Y qué pasó? –preguntó Oaks.
- Nada.

Obviamente no pasó nada.

La soledad, la verdadera soledad, es como la sed. Puedes aguantarla un rato, pero si no la calmas te olvidas de todo excepto cuánta sed tienes; cuánto tiempo ha pasado desde que alguien te abrazó. Yo he tenido sed por tanto tiempo que en la desesperación hubo veces que preferí beber agua de mar; ya conozco demasiado bien las consecuencias. No sirve callar un grito que esconde un llanto detrás.

-¿Acabó ahí?
- No. Entre las secuelas está que su enamorada le ha prohibido verme.
- Tiene sentido. –dijo Oaks, empático.
- Cierto. Pero yo pierdo un amigo.
- ¿Un amigo o un juguete?
- Un bichito. –sonreí. Miré a mi alrededor; no estaba el que estaba buscando. – En fin. Como le dije a Imago, siento como si hubiera si hubiera hecho algún tipo de intervención terapéutica de pareja.
- Nadie te pidió que intervinieras.
- Eso fue exactamente lo que me respondió él.

Mi cerveza se había acabado, y devolví la botella a la barra. Revisé mi celular, ningún mensaje.

- Otra cosa interesante esa noche es que Óscar me escribió.
- ¿Óscar? ¿Quién era Óscar?, me suena.

El nunca totalmente olvidado Óscar (el mismo de Noviembre 2011 y Septiembre 2013) me escribió en un sorpresivo reproche dándose cuenta de que “ya no éramos amigos” en Facebook. Mi respuesta empezó con un “disculpa, pero tú sabes que yo borro a gente usualmente”
- Sí pues, tú borras gente.
- Me pasó lo mismo con el Chino y me hizo aceptarlo de vuelta, pero ese no es el punto. Su respuesta fue épica.
- A ver.
Saqué mi celular y busqué la conversación.
- “Gente? Me generalizaste MAL. Me comparas con el Chino” - Oaks leyó en la pantallita del celular.
- Chillidos de orgullo audibles. –dije yo.
- ¿Orgullosa?
- Un poquito. –sonreí, pero sólo por un momento. Recordándolo ya no me sentía triunfante sino vacía.
- ¿Y qué fue de Ícaro? ¿No estabas saliendo con él?
- No.
- Estuvo en tu cumple.
- Sí. –dije, desviando la mirada.
El fin metastásicamente tardío del vuelo forzado con Ícaro todavía tiene un leve sabor a derrota. Teóricamente debió haber terminado en Septiembre 2014, pero la disciplina en ese momento todavía era una idea. Cedí otra vez en Diciembre 2014 y en mi cumpleaños, 14 de Enero de 2015.
- Según Ícaro mi comportamiento ese día lo hizo “preocuparse” por mi actitud, que interpretó como una prueba de que “quiero ser su enamorada”.
- ¿Qué…? ¿En serio? Está en drogas el pata.
- No… necesariamente. –todavía me da un poco de vergüenza.
- ¿QUÉ? ¿Querías estar con él?
- ¡No! No, no, no, sino que bueno, quería cariño, y eso a veces puede ser interpretado como querer algo más, pero no, para nada, no quiero ser su enamorada.
- ¿Querías?
- Abril, Mayo 2014.
- ¿En serio?
- Sí… la verdad sí.
- ¿Pero por qué?
- ¿Por qué? Porque estaba sola, porque quiero cariño, porque fue después del STEP 1 y estaba vulnerable, porque no había nadie más, hay muchos por qué. No es una mala persona tampoco.
- No deberías estar con alguien porque quieres cariño y te sientes sola.
- No lo hago. Y aparte ahora estoy con la disciplina. Fue mi culpa, fue totalmente mi culpa, no debí haberle sido infiel a la disciplina.
- Hay alguien que quiere hablar contigo. –dijo Oaks, mirando detrás de mí.
- Oh.

Volteé y ahí estaba. Se me acercó, chela en mano, sonriendo.

- ¿Cómo estás? –preguntó él.
- Bien. ¿Tú?
- También. Tengo calor.
- Hace mucho calor. –Estábamos cerca de la barra, y estaba atiborrado de gente.
- No tienes chela. Te compro una.
- No te preocupes… –dije yo, acercando mi mano a la cartera.
- No jodas. –me dijo, tocándome el antebrazo delicadamente. –Te invito.

Es alto; casi todos los hombres importantes en mi vida lo son. Salimos a la terraza, que estaba más ventilada, pero la presencia del mar era una invitación demasiado tentadora para ser rechazarla.

- ¿Vao a caminar por la orilla? –le dije, chela en mano también.
- Vao.

Yo estaba con sandalias altas, él en zapatos. Salimos del lugar y le dimos la vuelta, bajando las escaleras hacia la orilla. La brisa traía un frío honesto, refrescante en su intensidad. Me puse la botella en la cara y dejé que el viento me secara lo húmedo.
- Qué rico. –dijo él, imitándome.
- Me voy a sacar los zapatos.
- Yo también.

Empezamos a caminar descalzos, cada uno con su par de zapatos en una mano y su chela en la otra. Había silencio por momentos, más mío que suyo. Sentía un poco de miedo, y no sabía por qué.
- Si así estamos ahora no sé cómo vamos a estar después. Nos achicharraremos. –dije, rompiendo mi propio hielo.
- ¿Por qué lo dices?
- Calentamiento global.
- Ah. Sí pues. Estás bien metida en eso, ¿no?
- Sí, pero no puedo hacer mucho. O sea, apago luces, cierro caños, re uso bolsas de plástico cuando las tengo y no las pido cuando voy de compras; hago lo mío pero…
- Eso es bastante, la verdad.
- No sé. A veces me desespero, pienso que es demasiado tarde.
- Probablemente lo sea, pero eso no significa que lo que haces no sea importante.

Seguimos caminando por la orilla hasta que nuestras chelas se acabaron y dimos media vuelta. Botamos las botellas en un providencial tacho de por ahí, y ya estábamos de regreso cuando vi que Sean me buscaba la mirada, una botella en cada una de sus manos.

Curiosamente yo no tenía sed.