domingo, 23 de diciembre de 2012

Oxa, o mi versión (incompleta) de ella, con taxonómica dedicatoria

(Este post está dedicado para el Amelaninicus pendejus y el Carretus castus, con el motivo de su no tan cercano rural.)


No fue la mejor de mis decisiones. Es más, yo dije por mucho tiempo que fue un error. Sin embargo el tiempo, como el perdón, suaviza los bordes y endulza los sabores, bañándolo todo como una miel que enlentece los recuerdos. Es desde aquí que declaro, sin necesidad alguna de maquillaje, que Oxapampa es bellísimo. Y Pozuzo, aún más.

Sí pues, los primeros tres días daba gritos en la ducha por el hielo fluido que caía por encima de mi cabeza, y la conexión a internet era todo un macho: se iba cuando podía y venía cuando quería. Afortunada yo de tener una cama cómoda y un cuarto para mí misma, claro (que vendrían tiempos en los que no), un par de tomos de Harrison que nunca leí ahí y la irresistible tentación de leer literatura variada en vez de estudiar para el ENAM. Cinco semanas de estar contigo mismo joden, es cierto. Pero Oxa tiene lo suyo para maravillar.

Sin ir muy lejos, el Trapiche mismo y los gatos de la señora Justina (oh, sí, ya la conocerán). Las parrillas de veintipicos lucas, la cantidad extraordinaria de bares (no recomendables) en esa pequeña ciudad y el increíble descubrimiento de que, con un poco de ingenio y su banquito más el router es perfectamente capaz de funcionar. La plaza central, con la tienda de FloralP en la que me gasté considerable parte de mi presupuesto, las salchichas buenazas que ahorita no me acuerdo su nombre y el inefable, necesario y comodísimo Vater Otto. La pizzería del gringo tejano que jamás te dice lo que hace en Oxa pero que hace excelentes pizzas y tacos, la tienda de sánguches buenazos que tienen sucursal en la misma plaza pero que tienen la principal, con pizzas incluidas en el menú, en una callecita de tierra a unas pocas cuadras. Hay hasta su versión de Starbucks, Das Tee Haus, Oxa meets té meets colonias austro-alemanas del Perú. Y por favor no dejen de ir al Charly’s bar y probar el Quito sour. Oxa es Perú, gastronómico Perú, lo que significa que van a engordar.

No, no me he olvidado, también está el hospital. Se los pongo así: ese lugar va a hacer que extrañen, admiren y elogien al HNCH. En serio. Van a extrañar los AGAs, los electrolitos, los turulecos del Perú y balnearios, las TACs y tener asistentes que levanten a residentes que se pongan pitis con ustedes. Porque ahí, la verdad, están solos en la cancha. En la cancha meten goles, no se equivoquen. Yo todavía recuerdo su nombre, así como su última mirada, abrazada a su esposo, intentando respirar. La realidad de salud del Perú no es bonita, ni romántica, y tiene muchas de esas cosas de las que duele hablar. Den gracias por el Epócrates, el Medscape, el CIE-10 y el criterio, que tal vez no en todas, pero en muchas los van a salvar. Den gracias por su universidad y relean esto cuando regresen: “Cayetano, lo máximo.”.

Pero ya es domingo de tarde, 23, y tengo un par de excusas razonables para resumir que, la verdad, ahorita no me da para escribir más. El bosque, el Warapo, el río, las vacas, la aserradera Balarín, las motos y los conductores que nunca usan casco… tantas, tantísimas, muchísimas cosas más. La verdad sólo quería escribirles, contarles una mínima parte como excusa para un post. Todavía falta mucho. Feliz Navidad. 

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