No sé si es cierto que un clavo saca otro clavo, pero en mi muy modesta experiencia no lo es. Ha pasado más de un año desde ese día que estaba llorando al frente de mi laptop diciéndole que lo quería, ha pasado un enamorado, peleas, viajes, amigos, ha pasado de todo y ahorita que entré a su facebook y encontré una nueva foto de perfil sentí la descarga de adrenalina en el corazón. Maldita sea. Todavía no lo he olvidado.
Mentira, ¿a quién engaño? No lo quiero olvidar. Me gusta complacerme en la autoindulgencia y alucinar que eventualmente estaremos juntos. Que cuando me dijo que se quería casar conmigo... bueno, ambos sabemos que lo dijo de verdad, pero la distancia entre mi casa y la suya es 10 670 km, kilómetros más, kilómetros menos (gracias google earth). Me mataría si supiese que estoy escribiendo esto, pero felizmente no sabe español.
Es una de las personas que más me conoce, arriba entre los cuatro grandes, y lo cierto es que lo vi unas tres o cuatro veces, no más. Y durante ese corto, cortísimo tiempo que estuvo presente en mi mundo, no le hice mucho caso. Excepto el último día. Todo lo demás fue Internet, por supuesto. Gran invento, gran maldición.
En fin. Ayer tomé la limonada, que estaba fea la verdad, y en el almuerzo me comí un pedazo pequeño de causa. Llegué a mi casa y comí un plato de sopa. Hoy me pesé y no había subido... había bajado 300 gr, que bien pueden ser pichi o algo más. Igual no pierdo esperanza. Quiero tener una relación saludable con la comida... y sacar once in for all la comida procesada de mi dieta.
En las últimas semanas pre blog fui haciendo una lenta transición, con recaídas, claro está. Me siento mejor, la verdad. Bueno, ahorita no mucho; la foto esa y el hecho de que no nos hablamos en ¿cuántas semanas? ¿cinco? me tiene movida.
Bah, todo es simple histrionismo. Espero que la reunión "familiar" hoy salga bien.
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