Sí.
Se puede vivir sin Facebook.
No.
No he cerrado mi cuenta completamente y definitivamente sí voy a regresar,
pero después de una serie de eventos desesperados con consecuencias
potencialmente catastróficas tomé la decisión de cerrar temporalmente mi
Facebook. Resulta que el tener información a la punta de los dedos realmente no
es tan sano. Y ese antiguo dicho de que "ojos que no ven, Facebook que te
lo cuenta" tiene como consecuencia un corazón hipersensible incapaz de
cerrar los ojos o hacer oídos sordos.
Siguiendo con el espíritu refranero, es cierto que "no hay peor ciego
que el que no quiere ver", pero cuando lo que está en vitrina es
básicamente la versión extended/ uncensored/ director's cut de lo que causó mi
histérico llanto sólo con el trailer, ser ciego se convierte en algo
entendible, y hasta razonable.
Facebook, con mi anuencia, se había convertido en el testigo crucial de mi
vida, preparado para defender mi versión de los hechos a punta de likes. Y el
problema, el gran problema, es que las cosas más importantes de mi vida no
tienen evidencias binarias. O si las tienen, no son del tipo que quisiera que
mis 217 contactos vean. Además, aparte de ser una herramienta casi perfecta
para la procrastinación estaba empezando a desarrollar una antipática ansiedad
por informarme de la vida privada de personas que no veo ni me importan (y
hablo del verdadero sentido de la frase, no su acepción despechada).
Mi vida es eso, mía. Los que quieran acercársele tendrán que sufrirme en
vida real. Son pocos, pero son. Abren sonrisas brillantes en un rostro que no
tiene mucho de fiero, y a veces (no muchas) también me hacen llorar. Pero se
quedan en mí, y yo me quedo en ellos, y aunque no haya fotos o hayamos pasado
por el penoso "unfriend" somos más el uno del otro de lo que es
necesario admitir.
El título es por una canción de Rammstein (evidentemente), y yo haciendo un
paralelo (que viene mucho al caso) entre la pregunta del podré vivir sin ti?/ FB?
Y como dije antes, repito: sí.
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