miércoles, 4 de junio de 2014

(Lo que aprendí de) Tinder

Mientras mi idea del gato de Schrödinger va madurando hasta convertirse en la continuación ideológica de mi adorado La relatividad del amor, creo que ya he acumulado suficiente data y ganas para escribir sobre un tema muy actual y que me entretiene mucho (dumroll, please): Tinder.
Para los no-iniciados, Tinder es esto; para los que no les da para tanto, probablemente cuando termine de escribir esto más o menos entenderán cómo va el asunto. Tienes un perfil o algo parecido a uno, y tu chamba consiste en deslizar el dedito a través de la pantalla juzgando a primera vista si te gusta el pata (o chica, dependiendo) de la foto, o no. Izquierda = NEXT, derecha = ME GUSTA. Así de simple.

Sí, sí, es superficial, ¿cómo vas a juzgar a un pata sólo viendo su foto?, esto es una continuación de cinco milenios de opresión machista que objetiviza a las mujeres (yo sé, la palabra no está en el RAE pero tampoco es que no la entiendas ni que la haya inventado yo), ¿en serio crees que vas a encontrar el amor con una app?, [inserte su objeción en el espacio en blanco]. Ya. O.K. ¿Puedo terminar de hablar?

1) Sí, es superficial. ¿Y qué? ¡Fue lo primero que dije! No tengo absolutamente ningún problema con deslizar mi dedito para un lado o para otro en la privacidad de mi celu, de la misma forma que deslizo mis ojitos para un lado o para otro en la privacidad de mi cabeza. No es que estoy privando al susodicho de algún bien básico o superior, tá bien que tenga autoestima y me quiera pero tampoco soy Kanye West como para pensar que lo estoy condenando a una vida de miseria sin mí. Es superficial, sí, y no me molesta en lo más mínimo.

2) ¿Cómo vas a juzgar a un pata sólo viendo su foto? Al primero que me saque el dicho de no juzgar a un libro por su portada voy a meterle un lapo con la versión de tapa dura de Crimen y Castigo tan fuerte que Raskolnikov mismo va a decir "pobrecito, no le pegues". Déjame decirlo muy, muy lentamente: NO. ES. LO. MISMO. No es lo mismo. El libro no decide cuál va a ser su portada. O sea... de repente un pata puede ser más feo que el [inserte su lisura favorita en el espacio en blanco] pero igual puede elegir una foto interesante de perfil. Lo que me lleva al siguiente punto

3) ¿En serio crees que vas a encontrar el amor con una app? No, obviamente! Pero ya pasé hace muuuucho tiempo esa época en la que creía que toda acción mía tenía que ser necesariamente un paso hacia el verdadero amor. Lo cual tampoco significa que un paso que se sienta como una metida de pata hasta el muslo no pueda ser el primer paso hacia la felicidad más grande de mi vida  (à la Fiona y Shrek). El punto es ese: no sé. No sé, nunca he sabido, y no pretendo saber. Es una app y ME GUSTA mover mi dedito. 


Ahora bien, ME GUSTA mover mi dedito. Pero lo que me parece interesante no sólo es mover dicho dedito, sino lo que motiva el que se deslice a izquierda (nope) o derecha (oh sí!). He identificado algunas cosas que me importan, aunque bajo ningún concepto esta es una lista exhaustiva, pero hela aquí:
Lo justo es que después de toda esta disertación someta mi propia foto de perfil a implacable escrutinio. Y es precisamente aquí cuando entra el punto de genialidad de esta app: la única forma que se enteren de que tú le diste para la derecha y le pusiste el corazoncito verde a la foto es...

... oh sí, es...

... qué él te haya dado para la derecha también. 

Swipe away, my children, y no se preocupen. Yo no me enteraré. 

PD 7/6/2014: Borré mi tinder :D

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