Si me dijeran, pide un deseo
preferiría un rabo de nube.
Un torbellino en el suelo
y una gran ira que sube
un barredor de tristezas
un aguacero en venganza
que cuando escampe, parezca nuestra esperanza.
Yo sé que el pasado ya pasó y que aunque algún físico cuántico encuentre la fórmula esos momentos nunca van a regresar. Porque pasan cosas y nacen personas y mueren otras. Porque las calles donde un par de enamorados se besaron se convierten en avenidas y veces en callejones. Que a veces un "te quiero" dicho con los ojos no es lo mismo que un "te quiero" de verdad. Y pasan los años y las madrugadas y el café con azúcar y la sopa con demasiada sal.
Y los unicornios se pierden y los rabos de nube se convierten en lluvia. Las gotas de rocío se evaporan con el sol de una mañana que nunca puede ser tan dulce como el alba que la concibió.
Pero siguen ahí muy dentro, las noches en la sala con Whitney Houston sonando en el equipo. La lámpara de madera con pantalla de yute, las almohaditas que huelen a grasita y a duty free. El amor infinito de tres, los tres en la cama comiendo pizza de Aurelia con mostaza, seguros que en todo el mundo no existe un lugar mejor.
Solo para conocedores. Maravilloso.
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