sábado, 28 de septiembre de 2013

Cómo te extraño

¿Me conoces lo suficiente para saber que casi nunca hago lo que debería? ¿Que, detrás de esta indiferencia, todavía arde un dios en mi médula, polvo mordido y enamorado?

Me miro y cierro los ojos recordando que una vez me acariciaste, me besaste y me tuviste. Los abro, y se acaba el sueño, un recuerdo que no debería ser usado porque todo parece confundirse con la realidad.

¿Curaré algún día? Si el mismo dolor del que me quejo es la evidencia de que una vez fue placer. ¿Qué sería olvidarte, sino aceptar lo inaceptable? Renunciar a ti sería como entregarme a la muerte.

Callo. Escucho, espero, extraño. Recuerdo que no todo era hermoso y sé que no eres perfecto, pero eres lo que mi alma anhela.

Son rapsodias oníricas en la oscuridad de mi cuarto. Me reconozco como una pagana convertida inmersa en tu sincretismo. Probablemente Dios me entiende, y espero que me perdone, pero hasta ahora no he podido obligarme a dar el primer paso hacia la contrición.

Cómo, irresistiblemente, te extraño.

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