domingo, 22 de septiembre de 2013

La victoria de la liebre

Siempre he deseado y temido este momento. Creo que el asunto empezó cuando tenía cuatro años y mi papá me contó la historia de la liebre y la tortuga.

Yo era chiquita, mínima, y ya desde esa época me presentaba como una insurrecta amenaza al orden público. Hablaba irritantemente bien (parece vieja, decían), preguntaba y hasta me daba el lujo de decirle "hipócrates" a las compañeritas que alababan mi vestidito en público pero lo condenaban en privado. Uno de esos días mi papá me contó la historia de la liebre y la tortuga, en lo que asumo era un intento de ilustrarme en el tradicional y útil valor de la constancia.



Mi papá en su excelencia bienintencionada se encontró con una respuesta no sólo sorprendente sino peligrosa. Con una mirada muy segura de mí misma (según lo que me cuenta) le dije "qué tonta la liebre, se hubiera despertado un poquito antes y hubiera ganado." Mi papá intentó ensalzar las virtudes de la tortuga pero mis respuestas no evidenciaron ningún éxito. A mí la tortuga me daba igual. Con quien resonaba era con la liebre.



A lo largo de mi vida se me ha acusado de ser arrogante o soberbia, y con mucha razón. Como mi papá se dio cuenta tan tempranamente, yo era la liebre, y una liebre que se negaba a convertirse moraleja con premeditación y alevosía. No, no siempre me ha ligado eso de despertarme un poquito antes de que la derrota sea inevitable, pero estoy aquí y todavía sigo en carrera.

Sin embargo yo sé que ha llegado un punto en el que esta estrategia ya no va a funcionar más. Por un lado me alegra haber dedicado todo este tiempo libre a construirme, conocerme, enamorarme y desenamorarme, y por otro lado me da un poco de miedo que esta sea la primera vez que voy a correr en serio. Esta es la primera vez en mi vida que voy a darlo todo, mi cien por cien, y no hay vuelta atrás.

¿Será verdad ese mito en el que creído? ¿Podré correr tan rápido como pienso que puedo hacerlo? Me da miedo y me emociona al mismo tiempo. Me da miedo perder. Acaba de sonar el disparo de salida. Y yo quiero ganar.



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