"Cómo será tu piel junto a la mía." - Chabuca Granda.
Ayer vi una película que me gustó
muchísimo. Se llama “Sigo siendo”, de Javier Corcuera, y me hizo pensar,
sentir, hasta me hizo llorar un poquito. Es sobre músicos peruanos, esos
violinistas de las fiestas patronales de Ayacucho, las cantantes y sus letras poéticas en quechua, los zapateadores de El Carmen que
celebraban la vida hasta en la muerte, los arpistas, bailarines de tijeras,
guitarristas y cajoneros criollos recordando las jaranas de callejón de sus
épocas. La cámara capturaba a cada uno con su arte, en su escenario, con sus
colores y su honestidad. Era bellísimo.
No sé si es por mis sensibilidades
actuales, pero no evitar pensar en la ceguera clasista que a veces oculta esa
belleza de mis ojos de limeñita. Quería escribir algún disclaimer que empezara
con un “pero no creas que soy...” e intentar mejorar la imagen que acabo de hacer de
mí misma. Pero no. Sí tengo culpa. En mi condescendencia jamás habría podido
imaginar que el mismo hombre que me vende helados en la playa es capaz de tanto
sentimiento tocando las cuerdas de un violín.
Es un concepto que ha estado dando
vueltas hace un tiempo. “El otro”. Para mí empezó cuando me compré una versión
alemana resumida del libro de Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”. La
traducción alemana es “Der Anderen Geschlecht”, que se traduce literalmente
como “El otro sexo”. El concepto de “otro” es muy interesante, y si bien el
feminismo de de Beauvoir puede ser considerado como anacrónico y hasta un poco
misógino, muchas de sus observaciones son muy agudas.
Permíteme un mini-momento antropológico
aquí (please). De Beauvoir habla sobre cómo el concepto de la mujer es siempre
dependiente del hombre. El hombre se conceptúa (o se conceptuaba) a sí mismo
único, el gran maestro de la creación, y a la mujer como un complemento a él
mismo. Costilla, costado, maldición (según los efebofílicos griegos), sumergirse
en las referencias históricas es un poco deprimente. Tú entiendes el punto.
Mi otra fuente es un documental que vi
en HBO, The Out List. Como el título sugiere, es una lista de homosexuales,
transexuales y una drag queen por ahí (que me cayó malísimo, predeciblemente)
que hablan sobre cómo su sexualidad era parte importante de su vida y se sienten
orgullosos de luchar por sus derechos. Al final de la película sale Cinthia
Nixon, hablando sobre lo que había dicho el sacerdote que ofició su boda con su
ahora esposa. Hablaba sobre el concepto de “we”, que en la historia
norteamericana había empezado con el “we, the people”.
¿Quién era “we”? Hombres, blancos,
propietarios. El “we” se había ido expandiendo hacia hombres negros liberados,
mujeres, y ahora faltaba que se incluya a la comunidad LGBT, porque el hecho de
que existiese un “we” significa que existe un “them”.
Ese “them”, ese “otro” es mucho más
cercano. Ese “otro” viene todos los días a mi casa, por ejemplo. Ella borda
exquisitamente, cholitas coloridas y llamitas sospechosamente bien peinadas. Me
pregunto cuánto arte, cuánta belleza me pierdo todavía pensando en esos
artistas como el “otro”. Como si el hecho de no compartir mi cosmovisión los
hiciese menos capaces. Como si no sintieran igual que yo, como si no vivieran,
amaran, perdieran, gozaran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario