Oda Nobunaga dijo: Matarlo si no canta.
Toyotomi Hideyoshi dijo: Hacer que quiera cantar.
Tokugawa Ieyasu dijo: Esperar a que cante.
- traducción libérrima mía de un conocido poema japonés
El periodo Edo de Japón, 1603 a 1868, estuvo caracterizado por crecimiento
económico, orden social estricto, política exterior aislacionista, políticas de
protección ambiental y deleite popular de artes y cultura (o por lo menos eso
es lo que dice Wikipedia al respecto). Este periodo es conocido también como el
periodo Tokugawa. Tokugawa es el mismo que esperó a que el ruiseñor cante según
el poema de arriba, y todo apunta a que esa excelente estrategia funcionó.
Si bien lo más probable es que los mencionados no se hayan sentado a
intentar convencer al ave que cante (lo del ruiseñor es la parte libérrima de
mi traducción), el poema retrata bastante bien sus personalidades. La ferocidad
de Nobunaga conquistó regiones enteras. La astucia de Hideyoshi escaló cimas
sociales inauditas. Pero fue la paciencia calculada de Togukawa la que escuchó
al ruiseñor cantar. No planeo dar una clase de historia japonesa, pero hasta
una observadora prejuiciosa e ignorante como yo está en capacidad de suscitar
algunas preguntas. La más obvia de ellas es ¿por qué querían que el ruiseñor cante?
El canto del ruiseñor era un sueño hecho realidad. El sueño de un país
unido y estable, el sueño del poder, de la gloria. Los que querían escucharlo
eran grandes hombres con grandes ambiciones. Yo me contento con esperanzas
mucho más humildes. Tal vez se me pueda acusar de egoísta, y admito mi culpa. Mi
ruiseñor es mucho más personal.
Entonces, ¿qué razón tengo yo para querer que mi ruiseñor cante? ¿Qué islas
quiero conquistar, qué mares? ¿Cuáles son las glorias con las que sueño? Oh,
bueno, tampoco es para tanto. Sólo quiero que el señorito cante. Una vez lo
escuché. No he podido olvidarlo.
¿Y por qué este ruiseñor en específico? Definitivamente no es el único
cantando. Lo más probable es que haya muchos cantando, cada uno una canción. Ha
pasado tanto tiempo ya, y escuché tan poco. ¿Y si me equivoqué? ¿Si después de
unos trinos suena a un cuervo graznando? Puede que me esté perdiendo la canción
de otros ruiseñores por estar atenta al silencio.
Es cierto. Es un riesgo. Consciente de eso me he sentado varias a veces a
escuchar otros cantos. Eran cacareos de gallina comparados con mi ruiseñor. Nadie
dice que no sean divertidos, o hasta entrañables. Pero el canto de mi ruiseñor es mi sueño hecho realidad.
Un sueño al que no quiero renunciar.
Un sueño al que no quiero renunciar.
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