Terminé el capítulo de personalidad, el más esperado de toda mi rotación de psiquiatría y descubrí que soy... yo. (Si sospecharon narcisista, sí, tienen algo de razón.)
Bajé un kilo. Que probablemente regresó a su lugar después de las dos morochas que nos ganamos hoy en una competencia por encontrar al personaje con el trastorno de personalidad más acorde con el que había salido en el papelito (a saber, narcisista, evitativo y esquizotípico) y el plato de frejoles que almorcé. Afortunadamente, creo que voy a salir a montar bicla en un rato. Es evidente que es mi ego quien dijo ese "creo", que no tiene mucho que ver con lo que quiera mi id o mi superego (en el hipotético caso de que mi superego exista).
El profe/doc de la clase de hoy estaba muy rico, muy... muy rico, pero pude superar mis impulsos eróticos (tomen, histriónicas y limítrofes, ah, sí, hola hipotético superego) y aprender sobre los diversos mecanismos de defensa que las personalidades normales y anormales utilizan para mitigar la angustia nacida de los conflictos entre los impulsos del id y la represión (también conocida como civilización) del superego.
Claro que busqué y clasifiqué acuciosamente a cada componente de mi universo emocional, pero por su bienestar social y el mío declino seguir el impulso a describir en lujo de detalles las pequeñas miserias y glorias que definen cada una de sus personalidades. Lo dejé para el placer maravilloso de mi hoja de excel. ¿Obsesiva? Quizá (mecanismo de negación).
Sin embargo, hojita de excel o no, lo que buscamos todos, en nuestras sanas o patológicas maneras es la felicidad. El problema es lo parecido del mecanismo de acción de la felicidad y del chocolate, y lo perturbantemente parecidos que son el chocolate y el amor.
los chocolates son buenos :) y los trastornos de la personalidad divertidísimos!!! :D buena combinación jaja
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