viernes, 8 de octubre de 2010

Viernes en la noche II

Una de las cosas que más extraño de tener enamorado no es estar enamorada.

Extraño poder estar con mi ropa de casa echada en mi cama, tapada con el edredón y acurrucada junto a su cuerpo. Extraño oler su piel y quedarme dormida, escuchar el televisor, abrazarlo, saber que puedo dar rienda suelta a toda mi necesidad de recibir y dar cariño.

Extraño tener mensajitos de texto en mi celular. Extraño poder conversar con alguien que sé que me tiene muy alto en sus prioridades. Poder decir no, no quiero salir, quiero quedarme contigo. Quiero cocinarte y acariciarte la cabecita y escucharte decir tonterías que puede que no me interesen pero igual me gusta oír.

Extraño ser la enamorada. Extraño arreglarme porque quiero verme bonita para alguien que sé que lo va a apreciar. Extraño que me venga a visitar, que nos encontremos en un lugar, saber que entre todos los mails en su bandeja de entrada probablemente lea primero el mío.

Extraño caminar de la mano y que me abracen en público. Extraño besar. Extraño que me besen. Extraño lavar los platos en la cocina y sentarme en la mesa, caminar con sus zapatos, tener seguridad, dejar de fingir que no me duele estar sola.

Pero no lo extraño a él. Me extraño a mí cuando estaba con él.

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