domingo, 17 de octubre de 2010

It's early morning, no one is awake

Hay una canción de Björk que se llama Hyperballad, recientemente interpretada por la grandiosa Robyn en el Polar Music Prize de este año.



Adoro esta canción.

Es más, he estado mirando este espacio vacío por un par de minutos sin saber qué escribir que le haga justicia. Yo creo que hay cosas que son demasiado bonitas como para que su descripción sea apropiada, a menos que sea una maestra en el arte.

Justo hace poco tuve un pequeño problema con el asunto. Estaba indecisa entre poner el "like" a la foto de un amigo, precisamente porque lo mucho que me gustaba. Si bien no tengo una religión definida (ni una fe, poniéndonos a ello), el concepto de sagrado no me es ajeno, para nada. Hay cosas, momentos, lugares sagrados, y en su calidad deben ser respetados. Mi cama, por ejemplo. Esos cuatro días en Regensburg. Los croissants, el queso mozarella y los tomates de desayuno.

Mi puca blanca de cuando tenía dieciséis. La ratita de peluche. El amaretto. Ese castillo en ruinas de Zavelstein, el manantial de Riedenburg, el canal, la playa de Weltenburg, el bosque de Ottenbronn. El malecón de Miraflores, el jirón Álvarez Thomas, la calle Dinamarca, la calle Buenos Aires, la barrera psicológica uno y la barrera psicológica dos. La Aurora en la noche. Porta en el día.

Esa noche cuando agarramos a dedados los restos de las salsas de chocolate del postre que acabábamos de comer. Esa mañana cuando abracé con todo el cariño acumulado de un mes a mi enamorado. El concierto de The Killers en Read my Mind. Ese perfecto beso detrás del escenario, sentados en la banquita al costado del jardín de niños. Esas tardes de invierno correteando por la casa. Y las vacas, por supuesto. Las vacas que cantan el blues.

La canción de Björk habla de un ritual que hace todos los días, muy temprano en la mañana. El ritual la ayuda a sentirse bien con su enamorado cuando regresa a su lado, antes de que él se despierte. Es como una reafirmación de la propia identidad, en solitario, sin que nadie más se de cuenta.

Son cosas sagradas, como esa flor de la que hablé hace tiempo. Son cosas tan etéreas y frágiles que tocarlas es peligroso; a veces pensar en ellas ya las lastima. Sin embargo esa canción habla de esta costumbre tan personal, tan significativa y al mismo tiempo tan secreta... y lo hace con tanta simpleza, con tanto amor. Confesando que sólo podemos apreciar la seguridad de estar con alguien si es que sabemos que no saben lo terribles que somos cuando estamos solos.

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