Mi mejor amigo se acaba de escandalizar porque estoy despierta a esta hora y, para colmo de lo inaudito, escribí un corriente "jajaja" en el msn. Dice que he trasgredido un par de dogmas que daba por sentado: 1) Gabriela se acuesta a las 10 y 2) Gabriela no escribe "jajaja" en msn.
Bueno, Gabriela no sale a caminar en el malecón a las nueve de la noche. Y se suponía que no le aguantaba pulgas a nadie (especialmente al enamorado cojudón). Gabriela no se pone piercings ni se pinta el pelo, y aún cuando me he sentido tentada a hacerlo varias veces, el seguir los principios es más asunto de actuar acorde a ellos que de no cuestionarlos.
La verdad, la verdad no es ni estática ni precisa. De verdad, decir la verdad es bien difícil. ¿Quién soy? Yo. ¿Podría dar una respuesta más específica? Sí. ¿Quiero darla? No. Gracias. Next.
Justo hoy estaba leyendo uno de mis libros favoritos y mi camote actual, Middlemarch. Obra clásica de la literatura inglesa del siglo XIX (diecinueve, 1800 algo), habla sobre lo que me encanta leer: gente. Las historias de la gente, la inocencia, la malicia, la gloria y la miseria. El mundano aburrimiento del día a día. La extenuante eternidad del tiempo que no quiere pasar. El amor, por supuesto. El matrimonio, la mentira, la testarudez y su querida compañera la estupidez. La belleza y el efecto que ésta tiene en nosotros.
(Sí, me gusta explayarme en este tipo de oraciones compuestas sólo por frases descriptivas.)
Hay una parte del libro en la que describen la conversación de mi par favorito de personajes como la de dos niños muy amigos haciéndose confidencias sobre pájaros. ¿Cuán perfectamente tierno puede ser eso? ¿Cuán puro, cuán verdadero? Confieso que me gustan los gorriones. Y que me dan frío sus patitas.
Probablemente siempre me gusten los gorriones. Este hecho es una parte muy concreta y específica de mi identidad que no tiene muchas posibilidades de cambiar, a menos que un gorrión me ataque salvajemente y cambie por completo mi perspectiva sobre los de su especie. Pero hay cosas que sí cambian, por razones que a veces no tienen tanto sentido. Hay cosas que en realidad nunca tuvieron una verdadera razón de ser.
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